‘Hacerse el santo’ en Cuba está de moda
Isabel Miranda, 62 años, vive de la religión. Y le va bien. Se ha especializado en ‘hacer santo’ a los extranjeros. Monta el trono y que vengan los euros. Preferentemente. Pues la mayoría de los “ahijados” de Miranda, son españoles, suecos, alemanes o daneses.
‘Hacerse el santo’ en Cuba está de moda. Hay dos versiones de cobro, una para los extranjeros y un pago inferior a los cubanos. Aunque ambas cuestan mucha plata.
Para quien vive en la isla, la historia se inicia cuando por enfermedad, deseos de prosperar o el simple hobby de vestirse de blanco, uno se acerca a una santera -en casi todos los barrios de La Habana hay una- y le sugiere que quiere hacerse un iyabó, como se llama esa ceremonia en yoruba.
La santera tira sus caracoles y éstos hablan. “Usted tiene que hacerse Yemayá” -le dice con su mocho de tabaco en la comisura de los labios. Puede que la sugerencia parta al revés. Es decir, la especialista en esta materia le diga que usted tiene un muerto oscuro y debiera ‘hacerse santo’.
Por lo general, a la persona que se le indica ‘hacerse santo’ tiene un alto poder adquisitivo. Ya sea porque tiene un buen puesto como funcionario del Estado, está casado con una extranjera, tiene un negocio por la izquierda (ilegal) o vive robando a todo gas en su puesto de trabajo.
Entonces la santera o santero que lo consulta pasa a ser su ‘madrina o padrino’. Por favor, préstese abrir a la billetera. Comprar animales para «dar de comer a la prenda» bien puede costarle 3.000 o 4.000 pesos (110 o 170 dólares). Los gastos no paran. Ropas, dulces y bebidas para la fiesta de santo.
También debe pagar a las personas que le montan el trono cuando usted ya tiene hecho su santo, los músicos que estarán en la fiesta… En fin, si tienes 20.000 pesos (800 dólares) entonces puede hacerte santo.
A los extranjeros y turistas fanáticos de las religiones afrocubanas, les cuesta más. Por tradición, a los forasteros en Cuba se les ordeña como si fuesen una vaca.
Para ellos todo es más caro. “Qué carajo, vienen del primer mundo” -señala Fermín Delgado, 45 años, un babalao que gracias al negocio de ‘hacer santo’ posee dos coches rusos y una casa equipada con los últimos artefactos electrodomésticos.
Así que amigos españoles, daneses, suizos o despistados suecos, si tienes 1.500 ó 2.000 euros, su santo es cuestión de tiempo. Tanto dinero corriendo ha convertido la santería en un próspero negocio. Pero aún existen cubanos como René Estrada, 59 años, babalao de calibre que respeta su religión.
Según Estrada, muchos santeros han convertido la religión en una alcancía. “No debiera suceder, en sus ansias por ganar dinero, rompen las normas de estos cultos. Yo condeno abiertamente a los babalaos, que le han faltado el respeto a su profesión”, apunta Estrada, santero obeso que viste de forma discreta.
Pero sucede. Y muchos santeros en la isla llenan la billetera consultando a cubanos con plata o extranjeros y sugiriéndoles que se hagan santo por el asunto más baladí.
Kola Loka, grupo reguetón de moda en Cuba pegó alto con su hit «La estafa del babalao», una sátira sobre la comercialización de la religión afrocubana en la isla y que en el estribillo dice «Padrino, quítame esa sal de encima».
Por cierto, hay un santo que según la lectura que saquen los babalaos al tirar los caracoles, debieran hacerse gratis a las personas que asistan a una consulta. Se llama Arosohumbe.
Pero ningún cultor de la santería conoce a ninguna persona que se lo haya realizado. Gratis, es una música que no suena agradable en los oídos de los santeros cubanos.