Hacienda cortina
Tuve la oportunidad de estar en este lugar mágico, sin quererlo sientes una sensación de encontrarte en un lugar de fantasía, de cuentos de misterio, recorrer las ruinas de lo que fue la mansión principal te eriza la piel como si sintieras la presencia de sus moradores. Y pasear por el lago es de otro mundo. El erotismo y morbosidad de la esculturas es fascinante
la imaginación de su primer propietario, el entonces joven senador de la república José Manuel Cortina, quien ocupó cargos gubernamentales en distintas administraciones de la llamada “neocolonia”, en las décadas del siglo XX.
Cuentan que su construcción inició en 1906 y duró hasta 1920. Se le bautizó como Hacienda Cortina. Era una de las mayores de la región, con más de seis mil fincas, algunas dedicadas a la cría de ganado porcino o vacuno, y otras al cultivo de café, árboles maderables y frutales. Tampoco faltaban hectáreas destinadas a las tradicionales plantaciones de tabaco.
Se dice que Cortina era un hombre excesivamente culto y con un gusto muy refinado, quizás por ello la mayor atracción de la propiedad eran las originales edificaciones y jardines exteriores destinados al esparcimiento de su dueño y las amistades más allegadas, donde confluían artísticas esculturas y relevantes diseños arquitectónicos en armonía con el paisaje natural. Tales creaciones han llegado hasta nuestros días, con excepción de la casa principal, devastada hace décadas por un incendio y de la que únicamente se conservan las ruinas.