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💃🕺🍺Los Jardines de la tropical🍺🕺💃
Quizás la estrategia comercial más efectiva de la primera mitad del siglo XX, fue la construcción de los Jardines de La Tropical, frutos de una extraordinaria industria hispano-cubana que estimuló el desarrollo fabril en Cuba con su empeño y su acertada política económica, por lo cual alcanzó gran excelencia, dentro y fuera de Cuba, con sus productos y servicios. Así lo afirma la historiadora Yaneli Leal del Ojo de la Cruz en su excelente trabajo Los Jardines de La Tropical en el que además se aporta valiosa información que realza la importancia y alcance de los Jardines dentro de la cultura cubana. Su concepción y desarrollo se le debe a la familia Herrera, dueña y accionista principal de La Tropical.
Procedentes de La Mortera, Valle de Piélago en Santander, Cantabria, los Herrera se instalaron en La Habana durante el siglo XIX. En principio se consagraron a la industria naviera, en la que llegaron a poseer compañías de vapores los que, para 1917, fueron adquiridos por la Empresa Naviera de Cuba, S.A., y los dividendos invertidos esta vez en la industria alimenticia, rama que, desde 1888, la familia Herrera venía aprovechando con la creación de la Nueva Fábrica de Hielo S.A. La dirección de la compañía, salvo algunos períodos, se mantuvo en manos de los Herrera, siendo al mismo tiempo propietarios y principales accionistas, hecho que le otorgó solidez y jugosas ganancias a la casa. Por otra parte, el matrimonio entre los herederos consanguíneos, contribuyó a asegurar e incrementar el patrimonio familiar, hecho asentado desde el siglo XIX.
Como condicionante de su éxito definitivo –afirma Yaneli Leal–, “se debe en este punto agregar la propensión de la compañía por la diversificación de sus productos, estrategia financiera que motivó definitivamente el incremento a gran escala de su capital, y que le confirió el exclusivo mérito de haber implantado el sistema fabril en la industria cervecera cubana.”
Así, Cosme Blanco Herrera, entonces presidente de la compañía, compró La Tropical, antigua propiedad de Andrés Fernández, la cual amplió y modernizó, inaugurándola en 1897 y produciendo una cerveza de excelente calidad. A principios del siglo XX adquirió también la Havana Brewery, por lo que la marca Tívoli empezó a producirse y comercializarse como la segunda marca más importante de la Nueva Fábrica de Hielo S.A. Bien posicionada como la primera y más grande industria de su tipo en Cuba, la Nueva Fábrica de Hielo S.A., llegó a pertenecer a las organizaciones industriales más prestigiosas del país, resultó premiada en varias exposiciones internacionales y devino principal fuente de empleo para cientos de obreros, además, bien remunerados y con su propia asociación: en 1917 se creó la Sociedad de Empleados de la Nueva Fábrica de Hielo. En Palatino Nº 7 se fundó la Escuela Cosme Blanco Herrera por iniciativa de los dueños de la fábrica para sus hijos y los de sus empleados.
Pero, ¿qué estimularía aún más la consolidación de la empresa y su celebridad?: la construcción de unos jardines cuyas actividades aportarían fama y dinero a su industria, y donde sus propietarios trazaron, indudablemente, el desarrollo cultural, así como el proyecto urbanístico y arquitectónico del parque. Desde 1904, cuando fueron inaugurados, y hasta la fecha, en cada una de sus instalaciones quedó estampada la herencia española, en tanto, otros clubes y sitios de esparcimiento adoptaron los estilos estadounidenses entonces de moda. De ello siempre se preciaron constructores y propietarios. Al decir de Yaneli Leal, “los Jardines constituyeron una alternativa sustentable y necesaria dentro de una ciudad que se vestía de modernidad con el inicio de la República, significando dentro de su creciente entramado urbano, un exclusivo espacio de recreo que, pretendiendo ser legado de la naturaleza era conquista del más refinado artificio humano. La exquisitez de sus diseños y la calidad con que fueron realizados lo sitúan junto a los grandes exponentes de la arquitectura paisajista modernista internacional. Lo que fue posible gracias al ingenio de sus maestros de obras, que con tal obra pusieron en alza su buen oficio, rebatiendo con ello las actitudes de quienes los rechazaron”. De esa manera, fueron intensamente disfrutados por la sociedad habanera, cubana, y del mundo, pues la visita a los Jardines de La Tropical se convirtió en itinerario obligado para cualquier turista, igualmente, las guías y directorios comerciales del momento se hicieron eco de su belleza y del prestigio de su industria.