Injusticias en el cancionero cubano.
Roig puso música a un texto de Agustín Rodríguez, pero de este autor nunca se habla ni aparece en los créditos. ¿Es María Teresa Vera la autora de la habanera “Veinte años”?.
Siempre oí decir que la famosa pieza “Quiéreme mucho” era de la autoría de Gonzalo Roig y que otro grande, Graciano Gómez, compuso aquello de “yo sé que hay heridas, que cierran en falso…”.Pero no sabía que en ambos casos esos grandes creadores lo habían sido sólo de la música, pues la letra, en el primer caso era de Agustín Rodríguez y, en el segundo, del poeta Gustavo Sánchez Galarraga, autor también de los textos de varias canciones de Ernesto Lecuona. Alberto Villalón, universalmente conocido como uno de los Grandes de la Trova Cubana, casi siempre utilizaba textos de poetas “y llegó a decir que si existían excelentes textos, ¿para qué romperse la cabeza?”.
Para casi todos el famoso canto de cuna “Drume Negrito” es de Eliseo Grenet. Pero no, su autor es Ernesto Grenet, hermano de Eliseo, aunque menos famoso.
¿Quién no ha oído que la habanera “Veinte años” es de María Teresa Vera?.
Pues el texto es de Guillermina Aramburu, también nacida en Guanajay, y autora de muchas letras de canciones únicamente atribuidas a la inmortal Maria Teresa.
A esa inmensa trovadora también se le atribuye “He perdido contigo”, texto del villareño Luis Cárdenas Triana. A Arsenio Rodríguez se le endilga “No me llores más” y ese es un son de la autoría de Luis Martínez Griñán, Lilí, a su vez pianista del conjunto del Ciego Maravilloso. En el caso de los danzones la cosa es más complicada y las injusticias quizás más difíciles de explicar. Técnicamente el danzón tiene varias partes: introducción, parte de violín y un final que casi siempre es un montunito. Pues bien, muchos, muchísimos autores “cogían prestada” esa segunda parte. La cogían de una zarzuela, una ópera, la trova o de cualquier tema popular, ya fuera del cancionero nacional o internacional y al final se atribuían la autoría completa. El danzón Casablanca es un ejemplo de ello. Algo similar sucede con Rosa Roja, que tiene música de Oscar Hernández. Antonio María Romeu lo hizo danzón y al salir el disco éste tenía estampada la autoría de Antonio María. “En realidad nadie conocía Rosa Roja y cuando Romeu lo hizo danzón fue que cogió popularidad. Pero míre, la cosa se complica porque la letra es del periodista Antonio Ramos, quien siempre reclamó como suyo ese texto”. Para la gran mayoría el autor del célebre danzón “Tres lindas cubanas” también es Antonio María Romeu y pocos, muy pocos, reconocen a Guillermo Castillo, quien fuera integrante del Septeto Habanero, como el creador de la música. Romeu hizo el danzón con la melodía del son de Castillo y para colmo, más tarde, ya como cantante oficial de la orquesta de Romeu, Barbarito Diez cantaba ese danzón con la letra original del son de Castillo. ¿INJUSTICIAS ? El tema, por si solo, resulta apasionante, y pudiera ser génesis de muchas aristas para los investigadores. Manuel Villar, toda una autoridad, resume así el asunto: “Son innumerables los ejemplos de injusticias en el cancionero popular cubano. Ha predominado siempre el acreditar la autoría a los creadores de la música en detrimento del letrista. Creo que eso se puede atribuir a una decisión histórica en que la preferencia casi siempre la ha tenido el músico. Y decimos así porque se da el caso de Nicolás Guillén y sus versos musicalizados. Nadie habla de quien les puso musica, sino sólo de Nicolás, por lo que este es uno de los pocos ejemplos donde ganó al autor de la letra”.
El reconocido musicólogo también ilustra sus planteamientos con muchos cantantes, cuyas impronta y calidad los ha hecho “autores” de numerosas canciones.
“En ese caso están Benny Moré, Bola de Nieve y la propia María Teresa Vera, entre otros. Mucha gente cree que “¿Cómo fue?” es de Benny y no saben que es de Ernesto Duarte y que “Vete de mí” es de Bola, cuando sus autores son los Hermanos Expósito, de Argentina”. También se daba el caso de autores que lo eran del texto y de la música. Pero muchos trovadores recibían textos de poetas amigos a quienes no les interesaba el crédito. “Antiguamente en las hojitas de los almanaques –por detrás- aparecían poemas que no se identificaban con autores. Parece que eso sucedía para no tener que pagar derecho de autor. Entonces llegaba el trovador, cogía la hojita y lo musicalizaba”. ¿Es justa la valoración de que tales son los autores, en detrimento de aquellos?. ¿Serán esos autores unos impostores?. Hay injusticia, toda vez que ambos, música y texto, deberían ir de la mano, pero en no pocos casos se establecía algo así como un acuerdo de caballeros en el que aquel vendía, o regalaba, su letra. ¡Y borrón y cuenta nueva!. Claro, influía también la personalidad y grandeza de tal autor, y eso provocaba que en muchas ocasiones le endosaran lo que no era de él. Por demás, muchos y famosos autores siquiera transcribían o inscribían sus canciones, lo que al final podía provocar innumerables quebraderos de cabeza. Y en tal sentido destaco que por la década de los años 60 del pasado siglo, el maestro guitarrista Jesús Ortega se sentó junto a Sindo Garay para hacer la transcripción de muchas de sus canciones. Pero, creo que este último asunto bien pudiera ser tema para un próximo comentario. En resumen, la cosa está de un lado para otro y no sabemos quién es quién, por eso creo que vale la pena decir:
¡Estamos tranquilos…dos y dos, ya no son cuatro!