Juan Delgado: “El que sea cubano, el que sea patriota, el que tenga vergüenza, que me siga…”
El 23 de abril de 1898 caía en una escaramuza en el Wajay el bravo coronel del Ejército Libertador cubano Juan Delgado González, hijo ilustre de Bejucal, que en la última contienda contra el poder español en la Isla, se cubrió de gloria.
Junto a Juan Delgado caerían en ese, su último combate, sus hermanos Donato y Ramón y su ayudante Eulogio Pedroso.
Juan Delgado se sentía seguro. España había declarado una tregua para tratar de atraer a los cubanos a su bando ante la guerra que se les venía encima con los Estados Unidos. Por esa razón el bravo coronel, que conocía la zona como la palma de su mano no tomó las medidas de seguridad adecuadas. Pero los soldados ibéricos no respetaron la bandera blanca que habían alzado. Por eso, muchos historiadores sostienen que más que caer en combate, Juan Delgado fue asesinado alevosamente por las fuerzas colonialistas.
De esa forma el hombre que se ganara el respeto de sus soldados y de los mismos enemigos por su valor e hidalguía no pudo concretar su sueño de contemplar su patria libre.
El que se sienta cubano que me siga
Cuando el 7 de diciembre de 1896 cayó en combate el héroe legendario de la Invasión, el lugarteniente general Antonio Maceo, el desánimo y la pesadumbre cayó sobre las fuerzas cubanas que habían combatido en Punta Brava.
Ante los mambises reunidos se alzó la imponente figura del coronel Juan Delgado y arengó a los hombres allí reunidos diciendo muy alto y muy claro que, bajo ningún concepto podían permitir los cubanos que los españoles se hicieran con el cadáver del general Maceo y lo exhibieran en La Habana como un trofeo de guerra.
Con un “el que se sienta cubano que me siga” dio la espalda y se dirigió al todavía humeante potrero en el que había caído el Titán dispuesto a rescatar el cadáver del héroe o morir en el intento.
Junto a Juan Delgado marcharon en la búsqueda del cadáver de Maceo 18 hombres. Tuvieron éxito en su misión y regresaron con el cuerpo del lugarteniente general y el de su ayudante, el capitán Francisco Gómez Toro, hijo del general en jefe Máximo Gómez.
El Pacto del Silencio
En respetuoso silencio y con premura condujeron los cadáveres hasta el sitio del tío político de Juan Delgado, el campesino Pedro Pérez; y en una finca vecina llamada El Cacahual en el mayor de los secretos le dieron sepultura.
Todos los participantes juraron junto a la improvisada tumba de los héroes guardar el secreto de su ubicación hasta que Cuba fuera libre. Todos cumplieron y la inteligencia española jamás pudo encontrar el lugar donde descansaban los restos del más formidable de sus enemigos.
En septiembre de 1899, ya concluida la guerra los sobrevivientes del Pacto del Silencio hicieron saber al Generalísimo Máximo Gómez el sitio exacto donde se encontraban sepultados los Héroes de San Pedro.
Fuente: todocubaorg