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Julio Lobo, «el rey del azúcar».

Julio Lobo, «el rey del azúcar». Lobo fue la persona más rica de Cuba hasta 1958. Atesoraba una de las mas grandes colecciónes Napoleónicas del mundo que termino siendo confiscada y con las que se creo el Museo Napoleónico.

Museo Napoleónico de La Habana. Su colección esta catalogada como una de las cinco más importantes del mundo y única de su tipo en Ubicada en una mansión construida en la década del 20 del siglo XX, atesora más de 7 400 piezas pertenecientes a Napoleón Bonaparte o relacionadas con su contexto histórico, que incluyen pinturas, grabados, esculturas, muebles de estilo, trajes, equipo militar y armamento, artes decorativas, objetos históricos y una extraordinaria colección de libros raros y valiosos en idioma francés, ingles y español.

Sus valiosos fondos constituyen la más extensa y variada colección de piezas de la época napoleónica. También incluyen objetos personales que pertenecieron al emperador o relacionados con su vida, los que abarcan distintos períodos del Imperio Napoleónico, como el reinado de los Borbones, la Revolución Francesa, el ascenso de Bonaparte al poder, el Consulado y el Imperio, el momento de las principales batallas, el regreso de la isla de Elba y la batalla de Waterloo.

«La fortuna de Lobo fue hecha dentro de Cuba y la invirtió en Cuba . Compró muchos ingenios que eran propiedades de los estadounidenses porque creía que eran los cubanos quienes debían de tener control del país», afirma Rathbone.
«Son elementos de su vida que muestran que hubo un orgullo nacional entre cierta parte de la burguesía cubana, que tenía también un gran patriotismo. Eso mata muchos de los clichés que han proliferado sobre lo que era la burguesía y los cubanos de antes de la revolución»

Para mediados de siglo XX, Lobo era la mayor fortuna de Cuba (algunos la estiman en unos US$4.000 millones actuales) y, también, una especie de leyenda para los chismorreos cotidianos.

Pese a ser un hombre austero y cuidadoso de su vida privada, sus viajes al extranjero, sus nuevas adquisiciones o sus amoríos con estrellas de Hollywood (desde Esther Williams hasta Joan Fontaine) era comidilla frecuente de la siempre indiscreta Habana.

Con los años, se fue haciendo de una de las bibliotecas más grandes de Cuba y atesoró, además, la más completa colección de arte napoleónico que existe fuera de Francia, que iba desde una muela hasta un mechón de pelo y un reluciente orinal de Napoleón.
Según varios historiadores, su pinacoteca incluía cuadros de Rafael, Miguel Ángel, Da Vinci y decenas de óleos y grabados de Goya.

La colección de Lobo sobre el general francés forma parte de la muestra del Museo Napoleónico de La Habana, el mayor del mundo fuera de Francia.

Las pinturas y esculturas de su colección son las que integran actualmente la mayoría del acervo del Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, pero otras, las más valiosas, como las obras de Miguel Ángel, Da Vinci, Rafael y otros pintores de renombre, nadie sabe a dónde fueron a parar.

Sus casas y propiedades son actualmente destartaladas cuarterías o ministerios y la mayoría de las centrales que le confiscaron fueron demolidas cuando bajó el precio del azúcar en el mercado mundial y ahora son ruinas en medio de olvidados bateyes.

En La Habana y en casi en cualquier otra provincia- solo los más viejos recuerdan a estas alturas quién fue Julio Lobo. Su memoria se desvaneció en el tiempo, como su fortuna, sus cuadros y el viejo pasado de la «isla del azúcar».





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