La bella historia de Celia Cruz, la reina de la salsa y su marido Pedro.
Más de cincuenta años juntos, en el escenario, en el exilio y hasta en la enfermedad. La reina de la salsa, Celia Cruz y su marido el trompetista Pedro Knight vivieron una historia de amor infinita que hoy queremos recordar.
Celia Cruz fue una de las grandes leyendas del siglo XX, una mujer absolutamente adelantada a su tiempo y una artista increíblemente magnética, cuya fama como reina indiscutible de la salsa trascendió los escenarios del mundo. Pero fue, además, la protagonista de una bella y larga historia de amor: la que vivió con su marido, el trompetista Pedro Knight, que permaneció siempre a su lado, ayudándola a brillar como la increíble estrella que era. Durante más de cincuenta años Pedro hizo de amigo, amante, compañero, músico y representante. La arropó en sus peores momentos, la acompañó musicalmente, y siempre permaneció en el lado más discreto del escenario para que ella brillase.
De La Habana a las estrellas
Pedro y Celia se conocieron en el año 1950, cuando Celia (cuyo nombre completo era Úrsula Hilaria Celia de la Caridad Cruz Alfonso de la Santísima Trinidad) acudió a unas pruebas para cantar en la orquesta más famosa de La Habana, la Sonora Matancera. La cantante anterior, la portorriqueña Myrta Silva, se marchaba y necesitaban una nueva voz.
Celia Cruz fue una mujer magnética, increíblemente dotada para la música y el ritmo.
Parece ser que la primera persona de la banda a quien Celia encontró fue precisamente a Pedro, que por entonces era un guapo trompetista con fama de conquistador. De hecho, Pedro había vivido ya con dos parejas: con Santa Díaz Reinero, madre de su primera hija Ernestina, y con González, con quien también tuvo varios hijos.
La entrada de Celia en la Sonora fue el principio de la leyenda. La joven procedía de una familia humilde y cantaba desde que era una niña, aunque su padre -que trabajaba en los ferrocarriles- quería que fuera maestra. Pero, aunque comenzó la carrera de magisterio, la vocación pudo. Desde adolescente Celia ya se ganaba la vida cantando en orquestas locales, en la radio y en algunos cafés de La Habana. Hasta que llegó a la Sonora, donde conoció a Pedro a quien, en principio, solo le unió una buena amistad. El amor entre ellos no fue inmediato; al parecer ella le mantenía un poco a raya, precisamente porque sabía que el trompetista tenía pareja e hijos. Pero el cariño de Pedro fue tan constante y sincero, que la relación se tornó en amor.
En aquellos años, la Sonora no solo era la principal orquesta de Cuba, sino que también gozaba de una importante fama internacional que se hizo mucho mayor con la llegada de Celia y el lanzamiento de éxitos como Burundanga o Cao Cao Mani Picao, a los que ella supo imprimir su toque tan personal. Durante los años cincuenta, con la Sonora Matancera, Celia y Pedro recorrieron Cuba y buena parte de Latinoamérica, y viajaron por México, Argentina, Colombia o Venezuela. Así nació el mito: en esos años Celia comenzó a ser conocida como la Reina rumba o la Guarachera de Cuba.
En 1960, la revolución de Fidel Castro cambió la vida de todos los integrantes de la Sonora Matancera, como en general, los de gran parte de los músicos y cantantes que vivían de actuar en los clubs y salas de fiesta, que fueron cerrados y prohibidos tras el cambio político, lo que significaba para estos artistas la imposibilidad de trabajar en su país. Por ese motivo, Celia, con el resto de los componentes de la Matancera solicitaron trasladarse a México para poder seguir actuando.
De Cuba, Celia se llevó tan solo una maleta, pues estaba convencida de que sería un traslado temporal.
En 1959, la Policía Nacional Revolucionaria les concedió la autorización “abandonar el territorio nacional a su entera libertad”. Celia se llevó tan solo una maleta, pues estaba convencida de que sería un traslado temporal, y que iba a regresar. Pero esto no sucedió: jamás pudo volver a su tierra, nunca regresó a Cuba. Al mes de haber salido, recibió la noticia de que su padre había muerto. De Cuba, Celia se llevó tan solo una maleta y jamás regresó.
Dos años más tarde, en 1962, le llegó la segunda noticia más triste de su vida: su madre Catalina, que estaba enferma de cáncer, también falleció; la cantante solicitó permiso para acudir al entierro, pero las autoridades cubanas se lo negaron, abriendo una herida en su corazón que jamás se cerraría. Fue, según declaró, el momento más triste de su vida. Y fue también entonces cuando Pedro estuvo allí con ella, dándole todo el cariño y el apoyo del mundo. Pocos meses después se casaron, y después de viajar por varios países, se instalaron definitivamente en Estados Unidos. Allí residirían para siempre, sin volver ninguno de los dos, a pisar tierra cubana.
A raíz de lo sucedido con la muerte de sus padres, Celia se convirtió en la exiliada política cubana más famosa del mundo, llevando su recuerdo de Cuba (y también su mensaje anticastrista), por los escenarios internacionales: “Por si acaso no regreso, yo me llevo tu bandera, lamentando que mis ojos liberada no te vieran. Porque tuve que marcharme, todos pueden comprender… Y siempre me sentí dichosa, de haber nacido entre tus brazos. Aunque el tiempo haya pasado, con orgullo y dignidad, tu nombre lo he llevado, a todo mundo entero le he contado tu verdad”. Con letras como esta, Celia declaró hasta el día de su muerte su amor por la tierra patria a la que nunca pudo volver. Por su parte, el Gobierno cubano prohibió durante décadas sus canciones, aunque había quien las cantaban en la clandestinidad.
Aunque establecidos en Estados Unidos, Celia y Pedro se consideraban ante todo cubanos y ciudadanos del mundo. Desde el exilio, la artista se convirtió en una leyenda internacional, actuando con las orquestas latinas más importantes de la historia como la de Tito Puente, Johnny Pacheco o Fania All Star. Por su parte, Pedro acabó abandonando la Matancera para acompañar a su esposa. Se convirtió en su director musical y de orquesta, su representante y su ayudante para todo. En aquellos tiempos, en los que la mujer solía ser la secundaria, en el caso de Celia y Pedro era al revés. Ella era la protagonista indiscutible, brillaba con luz propia en los escenarios internacionales con su increíble talento musical y su carisma y ritmo irrefrenables.
En aquellos tiempos, en los que la mujer solía ser la secundaria, en el caso de Celia y Pedro era al revés.
Mientras, Pedro se mantenía detrás, en la sombra, pero sin separarse de ella. Ambos compartían una mágica complicidad; con solo una mirada, él sabía cómo debía acompasar el ritmo a su voz, o cortar o alargar la melodía. Quienes les acompañaron durante años recordaban que la pareja jamás discutía, al menos en público: “Celia decía que no le gustaba tener un problema con Pedro e irse a la cama sin arreglarlo. Eran el uno para el otro“, declaró en cierta ocasión su representante Omer Pardillo. Para cuando Celia falleció, en el año 2003, había grabado cerca de setenta álbumes, con unas 800 canciones. En su haber tenía 23 discos de oro, cinco premios Grammy e innumerables reconocimientos internacionales.
Juntos en lo bueno y en lo malo
Así, discretamente y en la sombra, durante décadas Pedro se ocupaba de que todos los detalles de los viajes, las actuaciones y la compleja organización que requería la vida de la artista estuvieran a punto, para que ella no tuviera que preocuparse de nada. Por su parte, Celia también cuidaba de Pedro, que era diabético y necesitaba su medicación constante y mantenerse bien alimentado. La única tristeza de su larga y feliz relación fue la falta de hijos; aunque lo intentaron, jamás llegaron. Según Eduardo Marceles, biógrafo de la cantante, Celia se sometió a diversos tratamientos para tenerlos, pero no pudo ser. Acabaron creando una familia propia con sus amigos más queridos, especialmente con su ahijado Luis Falcón, que vivía con ellos y su representante Omer Pardillo. Ambos serían luego sus principales herederos. El destino quiso también unirles en la enfermedad: parece ser que un día después de que a Celia la operasen, también a Pedro le extirparon un cáncer.
En el año 2002 Celia empezó a tener problemas de salud: le descubrieron un tumor cerebral que le extirparon inmediatamente. Pero el destino quiso también unirles en la enfermedad: parece ser que un día después de que a Celia la operasen, también a Pedro le extirparon un cáncer. Siempre juntos y unidos, hasta en la misma enfermedad. Pero en el caso de ella, aquello fue un punto sin retorno. Al año siguiente, en marzo 2003, la cadena Televisa organizó un grandioso homenaje a su figura, en el que estuvo acompañada por algunas de las mayores estrellas de la música del momento: Gloria Estefan, Marc Anthony, Gloria Gaynor, Patti LaBelle, José Feliciano o Rosario, entre otros muchos. El cáncer se había reproducido y ya entonces se encontraba muy enferma. Solo cuatro meses después la gran Celia Cruz falleció en su casa de Nueva Jersey, a los 77 años.
Por: Inés Almendros
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