La calle Virtudes se extiende desde Prado hasta el cierre en la calle Soledad. En su recorrido de más de 15 cuadras no era particularmente muy comercial excepción hecha de una bodega y una carnicería en cada esquina y como nota destacada el lateral de una cuadra, del Teatro Alkazar, luego Musical, la Primera Iglesia Metodista y el Hotel Lincoln. Calle de bellas edificaciones republicanas de principios del siglo XX y que incluía algunos palacetes y mansiones y como no, también sus cuarterías y accesorias.
Pero había una cuadra: Virtudes entre Prado y Consulado, que es digna de reseñar. Era particularmente una zona evitable por las señoras decentes y los niños en las noches. Una cuadra de clubes, creo que cuatro, y garitos con par de hoteles de regular suerte, para culminar la noche festiva en pareja. Al entrar por Prado veíamos, a la derecha, a uno de los mas bellos edificios de estilo mudéjar de la capital.
Era un pedazo caliente de La Habana, pero muy llamativo por las luces, la animación y el decorado. Pasaba por ahí de niño. Sin embargo era solo ese el pedazo pecaminoso de la zona. Al doblar Prado y Consulado todo era muy normal y lindo. No obstante en esa cuadra había un comercio de víveres y licores muy adecuado y surtido, una cafetería pequeña, Tupy, y se acababa en la esquina con el famoso ¨Anón de Virtudes¨ heladería de chinos muy popular y concurrida y el bar abierto y muy decente del gallego Gonzalo que tenía estanterías con espejos y más licores que en Irlanda y que además tenía una lunchera en que hacían unos sándwiches no aptos para menores de 15 años. Frente, el teatro Alkazar, luego Musical. Hoy día sustituye su antigua arquitectura las construcciones estilo Renacimiento haitiano y Barroco coreano.