La casa de vivienda de la finca, una verdadera mansión, estaba cubierta por tejas acanaladas de color rojo y los portales y terrazas eran todos de maderas preciosas. Estaba dotada de instalaciones para que sus ocupantes disfrutaran de música indirecta. Contaba, además, con un pequeño cine con tres hileras de butacas en la que el presidente disfrutaba de los estrenos que llegaban al país en compañía de sus familiares y amigos. Batista, que casi siempre vestía de dril blanco, tenía un gran ropero con medio centenar de trajes de esta tela.
Frente a la entrada, había mandado Batista a construir un lago artificial rodeado de palmas y en su cercanía una capilla en la que se oficiaban misas.
En la finca kukine los jardines eran muy bellos, con esculturas y obras de arte y la mansión contaba con dos piscinas, una para adultos y otra para niños. Muy cerca de esta piscina, existían varias cabañas y un bar muy lujoso al que rodeaban antiguas campanas de ingenios cubanos y tinajones camagüeyanos.
El expresidente, que era un gran coleccionista, destinaba una enorme habitación en la que se guardaban numerosas reliquias antiguas y obras de arte de gran valor. La mayor parte de esta colección quedó atrás cuando huyó de Cuba en la madrugada del 1ro de enero de 1959.
La noche del 31 de diciembre de 1959, el presidente Batista citó en Kukine a sus principales colaboradores y les informó su decisión de dejar el país y abandonar el país. Dio algunas instrucciones, repartió un par de abrazos y partió hacia el aeropuerto militar de Columbia para nunca más regresar a Cuba.