La cerveza cubana nació en 1841 cuando Juan Manuel Asbert y Calixto García (nada que ver con el famoso militar de igual nombre) empezaron a producirla en una fábrica que emplazaron en la calle San Rafael esquina a Águila, en La Habana. Esperaban elaborarla con el jugo de la caña de azúcar que sustituiría a la cebada europea. El intento fue un fracaso y a partir de ese momento los criollos se contentaron con embotellar el refrescante líquido que llegaba en barriles desde el exterior.
Así lo estuvieron haciendo hasta que en 1883 se instaló en la ciudad matancera de Cárdenas una fábrica para producirla. No duró mucho tiempo, pero en 1888 el alza de los impuestos sobre las importaciones aconsejó a los negociantes del patio su elaboración en Cuba. Surgía así, en Puentes Grandes, La Tropical con un producto cubano, pero de baja calidad.No demoraría en mejorar cuando maestros cerveceros franceses y alemanes, contratados especialmente, terminaron confiriéndole a la cerveza el “toque” necesario.
A partir de ahí la marca obtendría algunos galardones internacionales, como el Gran Premio de París, en 1912, mientras que otra cerveza cubana, Tívoli, que instaló su fábrica en 1901 en la Calzada de Palatino, le hacía la competencia y cosechaba también reconocimientos en el exterior. En 1958 La Tropical, con sus marcas Cristal, Tropical y Tropical 50, producía casi el sesenta por ciento de la cerveza nacional. Había otras muy populares, como Hatuey y Polar. La primera traía un aborigen cubano en su etiqueta y la segunda, un oso blanco.
Se promocionaban así: “A la vanguardia de la industria cervecera. La cerveza del pueblo y el pueblo nunca se equivoca. Así se ha mantenido siempre la cerveza Polar. Por su sabor exquisito, sus magníficas condiciones digestivas y sus resultados tonificantes”. La otra afirmaba: “Pida Hatuey. Le darán cerveza. La gran cerveza de Cuba”, mientras que la propaganda de Cristal insistía: “¡Cómo anima! ¡Cómo alegra! ¡Cómo estimula! Una cerveza extraordinaria. Todo era cuestión de preferencia. Había cervezas importadas, pero no creo que caminaran mucho, pese a que algunas marcas de procedencia norteamericanas se presentaba en latas; toda una novedad en la época.
Marcas alemanas, noruegas, norteamericanas, francesas, portuguesas, españolas y de otras nacionalidades trataron durante la Colonia de derrotar a las inglesas en las ventas y alzarse con la supremacía en el mercado nacional. No lo lograron.