La Cuba del Ayer.
De cuando La Habana se bañaba en el Malecón como en una playa más.
Aunque pueda parecer un cuento de camino, los habaneros no comenzaron a bañarse en el Malecón hasta bien entrado el siglo XIX cuando los médicos comenzaron a recomendar los “baños de mar”. Con anterioridad el agua salada había sido considerada nefasta para la salud y los habitantes de la villa de San Cristóbal preferían las aguas de los manantiales de Puentes Grandes, Santa María del Rosario o Los Pocitos.
Los primeros baños del Malecón se ubicaron en la línea costera que se extendía desde el castillo de la Punta hasta la caleta de San Lázaro (donde hoy se encuentra el Parque Maceo). La gran mayoría eran privados, pero las autoridades los convirtieron en públicos al ser abandonados por sus propietarios.
Consistían los baños en rústicas piscinas excavadas a golpe de piqueta y mandarria en el diente de perro de la costa. Tenían unos tres metros cuadrados como promedio y una profundidad de seis pies. La mayoría estaba techada para proteger a los bañistas de los efectos dañinos del sol y el agua entraba y salía de ellas a través de orificios que se hacían en la pared frontal. Esto era necesario porque, a diferencia de la actualidad, los tiburones abundaban entonces en las aguas cercanas a la costa y en la bahía de La Habana.
Los restos de estas piscinas artificiales todavía se pueden apreciar a lo largo de toda la línea del Malecón, a pesar de la erosión sufrida por los embates del mar y los huracanes tropicales.
Consistían los baños en rústicas piscinas excavadas a golpe de piqueta y mandarria en el diente de perro de la costa.
Para poder acceder a ellas y disfrutar de un baño de mar, los habaneros debían cumplir con las más estrictas normas del pudor que dictaba la época. Había que vestir un atuendo de baño (que perduraría hasta el siglo XX) que cubría desde los tobillos hasta el cuello y llevar sombrero o pamela en dependencia del sexo. Las damas y los caballeros estaban además separados, pues existían baños para mujeres y baños para hombres.
A finales del siglo XIX e inicios del XX los baños se trasladarían a la zona del Vedado, donde se construirían casas de veraneo que podían ser alquiladas por los temporadistas; pero la expansión de la ciudad siempre hacia el oeste los hizo desaparecer finalmente.