La Isla de Pinos y los asentamientos Norteamericanos.
Desde su colonización española en 1494, la Isla de Pinos siempre fue considerada como parte integrante del territorio cubano, al igual que todas las islas, cayos e islotes que rodean a Cuba, pero al terminar el dominio español en 1898 con la ocupación militar norteamericana, surgieron interrogantes respecto a su estatus futuro. Estados Unidos, mediante la Enmienda Platt, le otorgaba soberanía a ese país sobre ella, apoyándose en la utilidad que podía prestar su territorio en la defensa del Canal de Panamá. Después de la independencia de Cuba en 1902, el territorio pinero fue devuelto a Cuba por el Tratado Hay-Quesada, pero no fue hasta 1925 que se logró la ratificación de dicho tratado y con ello la verdadera soberanía cubana sobre este territorio.
En ese entretiempo, el comerciante norteamericano S. H. Pearcy, radicado en La Habana, adquirió varios miles de hectáreas de terreno en la isla, lo que le permitió la venta de lotes a clientes españoles, fundando en 1901 la Isle of Pines Company. En sociedad con otros inversionistas coterráneos suyos crearon varias empresas como: Santa Fe Land Company, Isle of Pines Land and Development Company, Almacigos Springs Land Company, Canadian Land and Fruit Company y otras, con las que se hicieron dueños de casi toda la isla.
La propaganda refería que Isla de Pinos era un nuevo y prometedor territorio de los Estados Unidos, lo que atrajo a una gran masa de colonos norteamericanos, agricultores y ganaderos en su mayoría, que se asentaron en los núcleos poblacionales ya existentes, a la vez que crearon nuevos pueblos, como Columbia, Port Jucaro, McKinley, San Pedro, Los Indios, Santa Bárbara, Los Almácigos y San Francisco de las Piedras. Hacia 1913 residían allí más de 1 600 estadounidenses. Casi tantos como los pineros.
En 1925 la inmensa mayoría del territorio pinero era propiedad de estadounidenses, los que se dedicaron a explotar extensas plantaciones de cítricos y frutales, que con el tiempo llegarían a ser el principal sostén económico de la isla.
Los colonos trajeron con ellos todas las comodidades y lujos del sistema de vida norteamericano, los que reprodujeron, en la medida posible, en la Isla de Pinos para lo que construyeron hoteles y jardines, iglesias y bancos, avenidas y embarcaderos, y sus casas en las afueras de los pueblos.
Los colonos norteamericanos tuvieron mucho éxito en el cultivo de cítricos, el que desarrollaron hasta obtener ganancias extraordinarias por encima de otros rubros alimentarios, que ni siquiera eran producidos para cubrir las necesidades del consumo local.
Pero al dictaminar el Tribunal Supremo de los Estados Unidos en 1907 que la isla era territorio cubano y nunca había formado parte del país norteño, se fueron acabando los ánimos de los colonos, por lo que muchos vendieron sus tierras y regresaron a su país de origen, y fueron pasando tierras y negocios a manos cubanas o españolas.
Fue tan importante el impacto, que a casi un siglo de distancia, la huella norteamericana en Isla de Pinos sigue existiendo.
En la Isla hay dos cementerios norteamericanos, uno en Santa Bárbara y el otro en Columbia, los que nos muestra la cantidad y la dispersión de los colonos en el territorio insular. El de Columbia, en la cercanía de La Fé, se conserva limpio y podado, como una forma de preservar la memoria de unos 280 norteamericanos sepultados allí.