La leyenda de la Bella Durmiente de Cienfuegos.
En el viejo cementerio de Reina en Cienfuegos existe un curioso panteón al que los lugareños llaman la tumba de la Bella Durmiente. En él descansan los restos de María Josefa Álvarez Miró, quien muriera el 16 de julio de 1907 a la edad de 24 años.
Poco tiempo después de su deceso fue colocada sobre su tumba la peculiar estatua de una joven dormida. Desde entonces los cienfuegueros llamarían al panteón como la tumba de la Bella Durmiente y tejerían múltiples leyendas en torno a ella.
Algunos estudiosos del antiguo cementerio de Reina aseguran que la escultura fue encargada a un escultor italiano por la madre de la difunta joven para perpetuar la memoria de su hija. Ella quería creer que María Josefa no se encontraba muerta, sino envuelta en un sueño eterno.
Otros dicen que la Bella Durmiente no fue encargada por la madre de la difunta, sino que su colocación se debió al deseo de su esposo Vicente González, dueño del hotel La Unión quien deseaba honrar a su esposa, con una imagen tan bella que fuera motivo de evocación para todos sus paisanos y resaltara entre el conjunto de monumentos del cementerio de Reina.
Él viajaba mucho, era una persona muy rica, y se supone que, en una de esas travesías, encontrara en el Cementerio de Staglieno, en Génova, Italia, una escultura que le llamó la atención, realmente exquisita…
La efigie de la Bella Durmiente de Cienfuegos está recostada sobre una cruz y se completa con un ramo de amapolas que sostiene en su mano derecha sobre el regazo y que simboliza la vida. Mientras la mano izquierda aplasta una serpiente que significa la muerte.
Esta estatua que guarda semejanza con otras existentes en Italia en hoy uno de los monumentos funerarios más relevantes y atractivos de la antigua Necrópolis de Reina en Cienfuegos, fundado en 1839.
