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La “madre negra” de José Martí, una historia poco conocida Quizás si usted lee

La “madre negra” de José Martí, una historia poco conocida

Quizás si usted lee este título, piense que Leonor Pérez no fue la progenitora de. Sin embargo, si decide hurgar en estas líneas, encontrará una singular historia sobre una mujer negra, que a pesar de ser dos años menor que José Martí, llegó a considerarla como su madre. La figura de esta fémina, lamentablemente olvidada en la historiografía cubana, merece un acercamiento que devele los rasgos esenciales de su profunda personalidad.

Sin dudas, aunque Martí amó profundamente a su madre, hubo otra cubana de piel negra, a quien le profesó igual nivel de afecto y a la que conoció en Tampa, cuando la hija de esclavos carabalíes se cruzó para bien en el camino del Maestro.

Paulina Hernández nació en Pinar del Río. Contrajo matrimonio con el cubano Ruperto Pedroso. La pareja decidió marcharse en 1888 a Tampa y allí establecieron una posada. El 26 de noviembre de 1891 José Martí visitó por primera vez esa ciudad y allí conoció a la pareja. Se identificaron plenamente con el proyecto del Apóstol y en la vida de combate permanente de Martí se abrió una nueva luz, ante el cariño de aquella mujer negra y su marido por él.

El profundo afecto de José Martí a su «madre negra»

En 1892, durante una de las estadías de Martí en Tampa, se realizó un intento por envenenarlo. La endeble vida de Martí fue cuidada por el médico cubano Miguel Barbarrosa Márquez. Paulina se convirtió en enfermera, suministrando los medicamentos que Martí requería. Con la atención y cuidados constantes y diestros de Paulina, Martí pudo recuperarse, aunque su cuerpo quedó perennemente marcado por los estragos de este incidente.

Luego de este hecho, Martí solamente pernoctaba en la casa de los Pedroso y se limitaba a consumir únicamente aquellos alimentos que la fiel mujer le preparaba.

Mas adelante pudo Paulina volver a ayudar a Martí en momentos muy difíciles para él. El fracaso del Plan La Fernandina resultó un golpe demoledor, para quien por tanto tiempo alentó la contribución de todos los emigrados con el fin de reunir dinero para armar una expedición independentista.

Ese objetivo se frustró cuando, por una traición, las embarcaciones de La Fernandina, fueron apresadas por autoridades norteamericanas y se perdieron los pertrechos que debían llegar a Cuba para reanudar la lucha. Paulina y Ruperto extremaron su riesgo, por amor a Martí y entrega a la causa de la independencia de Cuba. Hipotecaron su propiedad para que pudieran adquirirse los pertrechos militares esenciales para la liberación cubana.

No apresaron al Maestro, pero lo buscaban por todas partes. Había quedado en un estado de depresión del que se levantó a duras penas.

Paulina, además de desempeñarse como cocinera y costurera, fue autodidacta. En su casa fundó una sociedad conocida como la Liga de Tampa, donde promovía el estudio. Ella sabía leer y escribir y hasta desarrolló dotes de apreciación y composición musical.

“Martí, te quise como madre, te reverencio como cubana, Tú fuiste bueno: a ti deberá Cuba su Independencia”, escribió Paulina en un poema que publicó en el periódico Cuba, de Tampa, el 18 de mayo de 1897.

Para el año de 1905, Paulina aún vivía en Tampa, en condiciones paupérrimas y expuesta al desahucio. Para los primeros días de 1906 ya se había trasladado de regreso a Cuba.

Un donativo vergonzoso

En una ocasión, el Senado cubano aprobó un donativo de 3 mil pesos cubanos para Paulina. La donación contrastaba vergonzosamente con el donativo de 25 mil pesos que se aprobó como regalo por la boda de la hija de Theodore Roosevelt, entonces presidente de Estados Unidos.

Solo ese monto le fue concedido a Paulina, nunca se le asignó una pensión. No obstante, siempre la sostuvo el inconmensurable hacia Martí, que el Apóstol correspondía. Este afirmaba: “Ni a Paulina ni a Ruperto los recuerdo nunca sin que sienta como una sonrisa en el corazón”.

Ella murió el 21 de mayo de 1913. Meses antes había pedido a varios de sus amigos que al partir, colocaran en su ataúd una fotografía que Martí le envió, mostrando la emoción y el cariño que el Maestro tuvo por esa mujer. Se podía leer en ella un mensaje con palabras simples y profundas: “A Paulina, mi madre negra”.

Para honrar la memoria de esta valerosa contribuyente a obra martiana, la investigadora Josefina Toledo escribió el libro titulado “La madre negra de Martí”. Estas páginas vienen a saldar una penosa deuda con la aguerrida mujer cubana, que dio su aporte a favor de la independencia, la soberanía, la libertad

FUENTE https://www.todocuba.org/la-madre-negra-de-jose-marti-una-historia-poco-conocida/

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