"La música de Anckermann siempre fue inspirada, fresca y joven. Su obra póstuma, la canción de bolero 'Bésame, bésame' así lo demuestra. La más prolífica y la más cubana", dijo el talentoso compositor Rodrigo Prats sobre la obra del pianista, la música maestro, director y compositor cubano Jorge Anckermann, quien nació en La Habana el 22 de marzo de 1877.
Calificado como uno de los compositores cubanos más prolíficos de todos los tiempos, fue autor de más de 500 partituras entre boleros, rumbas, claves, pregones, criollas, guajiras, danzones y bailes. Jorge Anckermann Rafart nació en el barrio de Santo Ángel en La Habana. A los 8 años inició sus estudios musicales con su padre Carlos Anckermann, quien era violinista, clarinetista y pedagogo mallorquín. A los diez años ya formaba parte de un trío, y en 1892, a los quince, fue director musical de la compañía de cómics Narciso López, con la que realizó una gira por México, desde donde visitó varios estados y California.
Sus danzones fueron en gran parte responsables del éxito alcanzado por los cómicos cubanos desde su debut en el circo de Orrín, en la Ciudad de México. Vivió algunos años en esa ciudad latinoamericana, donde trabajó en la educación musical y ayudó a difundir el danzón.
"La gran rumba", su primera obra musical escrita para teatro, la compuso cuando solo tenía diecisiete años. Esta pieza es una parodia de la revista española La Gran Vía y se estrenó en el Teatro Tacón de La Habana. Según el musicólogo Eduardo Robreño, La gran rumba fue la primera partitura escrita para teatro cómico con música totalmente cubana.
Entre la proyección de la película, Ackermann tocó algunos de sus animados bailes de piano, así como danzones; Se hizo un nombre en el panorama musical habanero y comenzó a interactuar con personas del teatro, como los hermanos Gustavo y Francisco Robreño, quienes encargaron la composición de la música de la revista "Ni loros, ni gallos", estrenada en septiembre de 1899. en el Teatro Lara.
Para "Ni loros, ni gallos" compuso una guajira que ganó el reconocimiento instantáneo del público y creó el género guajira en nuestro país, un éxito que significó una credencial segura para el futuro compositor de El arroyo que murmura.
En noviembre de 1900, el Teatro de la Alhambra reabrió sus puertas -cerradas desde el estallido de la Guerra de la Independencia en 1895-, con Manuel Mauri como director musical. En 1908 se estrena en ese escenario "Napoleón", con libreto de los hermanos Robreño y música de Jorge Anckermann.
En 1909, Anckermann ganó el primer premio en un concurso convocado por el Ayuntamiento de La Habana con su obra "Aires Cubanos".
En septiembre de 1911, el maestro Manuel Mauri dejó su lugar en el Teatro de la Alhambra, por desavenencias con los empresarios, y fue "el hijo del viejo Ackermann" quien fue convocado apresuradamente para dirigir la orquesta y salvar la temporada de "La revolución china" ( con libreto de Federico Villoch). Ackermann permaneció como director musical del coliseo hasta que cerró sus puertas en 1935.
En julio de 1912 se estrenó con éxito su obra "La casita criolla", con libreto de Villoch. La obra se burló de la reelección del presidente José Miguel Gómez, y al mismo tiempo, hizo propaganda electoral a favor de Mario García Menocal, el presidente que prometió honestidad y planteó su origen humilde en su "casita criolla". Para esa obra, Anckermann creó un nuevo género, el tango-congo, que se hizo muy popular en la interpretación de Blanca Becerra: "Tumba la caña / anda ligero / que viene el mayoral / sonando el cuero".
La orquesta de la Alhambra estaba compuesta en general por ocho profesores, pero en palabras de Robreño, gracias a la dirección de Anckermann "sonaba como una sinfonía". Las obras de mayor duración tenían una media de diez números musicales, y las más breves, de cinco a seis, la mayoría originales.
Además, las obras de Anckermann destacan las transcripciones que hizo en algunas obras de compositores populares que no sabían escribir música, principalmente las de la trova como Manuel Corona, Eusebio Delfín, Sindo Garay, entre otros.
El 28 de febrero de 1923, con la partitura de Anckermann y libreto de Federico Villoch, se estrenó una de las obras más exitosas de la historia del teatro musical cubano: "La isla de las cotorras", que fue recreada mucho más tarde en 1989 en la película La bella del Alhambra, de Enrique Pineda Barnet. Esta creación fue revivida en agosto de 1962, con la dirección de Francisco Morín y Gilberto Valdés como director de orquesta. Fragmentos de ese renacimiento aparecen en el documental Cuentos del Alhambra (1963), de Manuel Octavio Gómez, que contiene un conmovedor homenaje a varias figuras del célebre teatro que aún vivían en ese momento.
Jorge Anckermann murió en La Habana en febrero de 1941, pero su nombre quedó registrado para siempre como un destacado exponente de nuestra historia musical.