La Narco-Revolución Cubana (Cuarta Parte)
por Daniel Iglesias Kennedy (Profesor y Escritor)
Ilustración: «El Jardín de las Delicias», de El Bosco.
Un agente de la DEA infiltrado en la red del narcotraficante colombiano Hugo Ceballos, un chino de Formosa de apellido Chang, con experiencia como piloto y como ex agente de la CIA para la que trabajó en el sudeste asiático en los años Setenta, aceptó la misión de introducirse en el equipo de Reinaldo Ruiz. Su formación anticomunista lo animó a asumir la encomienda como si se tratara de una cruzada, cuando sus superiores le informaron que trabajaría en contra del régimen cubano. A petición de Gustavo Gaviria, primo hermano de Pablo Emilio Escobar Gaviria, jefe del Cártel de Medellín, Ceballos cedió a su piloto para auxiliar a Rubén Ruiz en el transporte de la mercancía. El 9 de mayo de 1987, Chang aterrizó en el aeropuerto militar de Varadero, pilotando una avioneta cargada de cocaína. La droga saldría en barco al día siguiente hacia las costas de La Florida. Ruiz le pagó cien mil dólares y le otorgó su confianza. El agente de la DEA había confirmado la utilización de una base militar en territorio cubano y la complicidad de las autoridades en el tráfico ilegal de drogas. Así se lo informó al Procurador de Miami: los preparativos, su desayuno con oficiales del Ministerio del Interior, la descripción del recinto y del personal militar, y hasta el registro de las comunicaciones por radio. Algún tiempo después, en las oficinas de Chang en Miami, un local equipado por la DEA con sistemas ocultos de video y grabación, Reinaldo y Rubén Ruiz alardearon de las operaciones que habían efectuado en Cuba.
La DEA obtuvo un testimonio comprometedor. Ruiz padre aseguró que el dinero que se pagaba en comisiones iba a parar al cajón de Fidel Castro. Ruiz hijo detalló, con minucioso orgullo, las pistas militares utilizadas para el trapicheo, las cazas Mig metidos en los hangares, los manjares que había devorado y que ningún cubano de la isla podía disfrutar. En la grabación se ve cómo abre los brazos para describir de una manera gráfica el tamaño de las fuentes de arroz y los filetes que le servían. *Nobody eats that way down there*.
-Es legal -aseguraba Reinaldo Ruiz-. Todo está aprobado al máximo nivel. Se lo pregunté a Tony y me pidió que estuviese tranquilo, que había consenso y que el Gobierno estaba de acuerdo.
Un año después, la justicia norteamericana utilizaría esa grabación para inculpar a Reinaldo y Rubén Ruiz del delito de tráfico ilegal de drogas hacia Estados Unidos. En el acta de acusación, aparecían relacionadas las instalaciones controladas por los muchachos de Tropas Especiales que facilitaban el contrabando. En el informe se aludía, sin citar nombres, a miembros de las Fuerzas Armadas y del Ministerio del Interior que desde Cuba dirigían la operación.
En la primavera de 1988, Reinaldo Ruiz fue detenido en Panamá y extraditado a los Estados Unidos. Durante el juicio, no se mencionó el hecho de que el Gobierno cubano tuviese conocimiento de que esas operaciones se realizaban en la isla. La DEA dijo ignorar la identidad de los oficiales implicados. Sin embargo, uno de los agentes confió en un periodista y se fue de la lengua. Bajo el amparo del anonimato, le comentó que entre los militares que apoyaban a Ruiz había altos oficiales de la inteligencia cubana. Esa afirmación pudo dar lugar a un conflicto entre los dos Estados. La prensa de Miami mencionó el nombre de Fidel Castro, pero la Administración norteamericana mantuvo un mutismo absoluto.
En Cuba se disparó la alarma. La inculpación de Reinaldo Ruiz y su red de contrabandista daría lugar a una investigación en la isla que duró más de un año y que tuvo como resultado un proceso judicial sin precedentes en la historia de la Revolución.