La noche cuando los marines estadounidenses escalaron la estatua de José Martí.
Desde antes del nacimiento de la República en 1902, moradores de ciudades portuarias de Cuba fueron víctimas de las tropelías de los marines estadounidenses que tocaban puerto en la Mayor de las Antillas. La Habana, Matanzas, Santiago de Cuba, Gibara y Caibarién estuvieron entre las localidades «asediadas» por los marines en visitas de “buena voluntad” o para ajustar los tornillos en el transcurso de sus maniobras y viajes de entrenamiento. Estos marines estaban vinculados con el alcohol, las meretrices, las drogas, los juegos de azar y otras actividades ruines y fueron causantes de espectaculares riñas.
El colmo de estos abusos ocurrió durante el gobierno de Carlos Prío Socarrás, cuando dos de esos marines, de farra por las cercanías de Parque Central, osaran profanar el Monumento a José Martí.
El 10 de marzo de 1949 entraron en el puerto de La Habana el portaaviones Palau, los barreminas Rodman, Hobson y Jeffers y el remolcador Papago. La noche del viernes 11 de marzo de 1949, el monumento a nuestro prócer fue invadido por un grupo de marines que correteaban, y gritaban, y uno de ellos terminó escalándolo.
Para ponerle guinda al asunto, el «escalador» terminó orinando desde lo alto. Entretanto, ya otro de sus compañeros iniciaba el ascenso por el monumento. Los transeúntes indignados se acercaron para exigirle al intruso que descendiera. La respuesta por su parte no fueron más que burlas y gritos. Las botellas y las piedras comenzaron a volar sobre los norteamericanos.
Los marines en la Estación de Policía.
Las autoridades intervinieron para impedir que la trifulca que se armó tuviese consecuencias trágicas y los marines fueron llevados a la Tercera Estación de Policía, cercana al lugar. De allí fueron «rescatados» por el agregado naval de la embajada de los Estados Unidos en La Habana. La revuelta y las golpizas entre marines y defensores del monumento fueron las noticias de la noche.
En medio del alboroto, Fernando Chaviano, un fotógrafo que se dedicaba a retratar a los turistas de la zona, tomó su antigua cámara de cajón y, sin pensarlo dos veces, gastó sus dos últimas planchas y salió en volandas a su casa para revelarlas. Las fotos fueron adquiridas por Isaac Astudillo, reportero gráfico del periódico Alerta, por 50 pesos. Otros, entre ellos dos funcionarios de la embajada americana, también quisieron hacerse con las fotos.
Las imágenes fueron publicadas en la primera plana del diario Alerta al día siguiente de los hechos, otras revistas nacionales, como Bohemia y Carteles, y algunas agencias de internacionales de noticias también publicaron las gráficas. Así se provocó un gran escándalo.
La afrenta se lava con agua y jabón
Al día siguiente de los hechos, el embajador norteamericano Robert Butler colocó, a manera de disculpa, una ofrenda floral ante la estatua de Martí, que había sido lavada previamente con agua a presión. Entretanto, una multitud se reunió a protestar en la Plaza de Armas, frente a la embajada norteamericana.
La edición del diario Hoy del día 16 de marzo publicó un reportaje de Sergio Aguirre, historiador de la Habana y autor de la obra Ecos de Camino. Un extracto del reportaje rezaba: «Aquí no ha pasado nada. Miembros de las fuerzas armadas de la nación vecina pueden orinarle la cabeza a Martí sin temor a que el gobierno de Cuba se dé por enterado. Así, como suena. Lo de Martí se ha resuelto con agua, jabón y una esponja, supongo, y con el ramo de flores de Mr. Butler, destinado a disimular, ante los transeúntes del Parque Central, ciertos olores que, quizás, exhala la estatua».
Sin embargo, las fotos de Chaviano quedaron para la posteridad como prueba del ultraje.
Esta obra dedicada al héroe nacional, José Martí, fue develada por primera vez el 24 de febrero de 1905. El encargado de construirla fue el escultor cubano José Vilalta de Saavedra, quien fue contratado por la Asociación del Monumento a Martí. Esta última estaba encargada de dirigir la construcción de la obra.
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