Las butifarras comenzaron a hacerse en 1955, y se vendían en las fiestas, frente al actual restaurante que mantiene el nombre de El Congo. Las butifarras, plato fruto de la cocina española en Catalina, con nuevos preparativos y condimentos en su confección, cambió su sabor y adquirió características muy personales y peculiares, por lo que logró alcanzar aceptación, gran popularidad y alto nivel de venta.
Al principio El Congo vendía el codiciado producto que estaba ubicado dentro de una cesta, la cual se colocaba sobre su cabeza, situado en sitios cercanos a los bailes y fiestas públicas, religiosas…
Durante sus gestiones de venta pregonaba la palabra: “¡salsa!”. Todos los comensales coincidían en que era un plato exquisito. El Congo progresó con el producto de sus ventas y entonces comenzó a vender las butifarras en una carretilla parecida a las que utilizan los granizaderos, donde expendía sus productos con pan o sin él.
Con posterioridad adquirió un quiosco transportado o portátil que podía trasladarlo con facilidad de un sitio a otro. El precio consistía en cinco centavos y se incrementaba a 10, si era acompañada de un pan; en caso de que este incluyera dos unidades, su costo era de 20 centavos.
Las unidades solas se vendían por decenas con su salsa. En 1957, al inaugurarse el restaurante, continuaron vendiéndose por esos valores y presentación, pero ahora, acompañadas de otras comidas.
En el proceso de fabricación de las butifarras intervenían cinco o seis personas, y cada una de ellas realizaba un trabajo específico: preparar la carne y los sazones, virar al revés los intestinos y lavarlos (luego se inflaban y ubicaban al sol), amasar y rellenar, amarrarlas y ponerlas al vapor de un fogón de carbon