Los engañaban diciéndoles que la señora estaba loca. Sólo eran niños inquietos, traviesos, como suele ser la mayoría. El presidente del CDR los reunía y les ordenaba que le tiraran piedras a la casa de la anciana, que rompieran los cristales y las estatuas, que molestaran a los perros. Al instante, salía la señora y la pandilla se echaba a correr… Después que murió la viejecita (La Habana, 1997) y que restauraron la casa, fue que Rudiel Martínez descubrió por las noticias que allí había vivido la hija de un general mambí, una gran poeta cubana que obtuvo el Premio Cervantes en 1992: Dulce María Loynaz… -«A veces le echábamos tierra en la entrada y nos escondíamos para verla protestar mientras barría. El del CDR nos decía que era contrarrevolucionaria, burguesa y Testigo de Jehová, que cuando aquello era como lo peor de lo peor»…. dice Rudiel Martínez, nacido en El Vedado y vecino de la Premio Cervantes de Literatura, rememora ese triste episodio de su infancia cuando le pregunto acerca del papel que han jugado en su vida los Comités de Defensa de la Revolución (CDR). Mecánico de autos, él conoce muy poco, o casi nada, de literatura. Apenas alcanzó el noveno grado de escolaridad, lo que no impide que se sienta manipulado cuando repasa eventos como ese y otros donde los CDR fueron la punta de lanza de numerosas acciones represivas. (archivo CubaNet escrito por Ernesto Pérez Chang)