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» Los famosos hermanos piratas Jean y Pierre Laffitte» 🤓

Esta búsqueda me la inspiró un amigo de ese apellido que estudió conmigo en la adolescencia, tal vez él sea descendiente de esos personajes.

Famosos como pocos entre los corsarios y piratas del turbulento Caribe, a inicios del siglo XIX, los hermanos Jean y Pierre Lafitte protagonizaron historias y leyendas estrechamente relacionadas con Cuba. Es probable que entre los muchos Laffitte, Lafitte, Lafite y Lafita cubanos se hallen descendientes de esos piratas.

Hijos de vascos españoles emigrados a Francia, hijos y nietos de marinos, hicieron desde muy temprano carrera en el mar. Sobre Jean, se conoce que desde 1794, con 13 años de edad, navegaba como grumete en un buque negrero. Y luego pasó a ocupar el puesto de piloto en un mercante que iba con destino a las Indias.

Dedicado ya por entero a la piratería, tras una corta estancia en su tierra natal, cerca de los Pirineos, se hizo de un bergantín en corso, guarnecido por casi un centenar de hombres y media docena de cañones. Con él zarpó junto con su hermano Pierre hacia las Antillas.

Su centro de operaciones sería a la sazón la isla de Guadalupe, mas no pasó mucho tiempo para que esta cayera en poder de los ingleses, así que los Laffitte tuvieron que mudarse a Cartagena de Indias, cuyo gobierno les entregaría nuevas patentes de corso.

De allí pasaron a Nueva Orleans, donde se inscriben como pacíficos herreros, aunque en realidad —y esto lo conocen “los más respetables vecinos” — son piratas dedicados al sucio comercio de esclavos, por la vía de su captura en África o por el asalto, el más favorecido, a otros barcos negreros cerca del Caribe.

Los hermanos Lafitte llegaron a convertirse en los comerciantes de esclavos africanos más competentes del momento. Por iniciativa propia, en vez de vender a tanto la pieza de ébano —como llamaban a los negros esclavos— los ofrecían en pública subasta a peso la libra.

Por cierto, en la herrería de Nueva Orleans los Laffitte no guardaban ni el botín pirateado ni los esclavos en venta. Para almacenar ambas cosas, y para dar descanso a sus hombres y carenaje a sus barcos, los hábiles piratas vascos se habían ingeniado una serie de enclaves disimulados en el delta del Missisipi. El lugar que se hizo más famoso, fue el designado por el nombre quijotesco de Barataria.

Multitudes de todas partes de Luisiana acudían en masa a Barataria, sin siquiera tomarse la molestia de encubrir el objeto del viaje, para comprar los negros capturados por los Laffitte a los mismísimos españoles.

Tanto era el contrabando allí, que, en noviembre de 1813, el gobernador de Luisiana, William Claiborne, enfurecido por el poder del mayor de los Laffitte, hizo publicar un bando ofreciendo una recompensa de 500 dólares a quien lo entregara, y del que jocosamente se burló el temerario corsario, quien ofreció a su vez mil 500 por la captura y entrega en Barataria del gobernador Claiborne.

La hegemonía pirática de los Laffitte, en lo referente a su etapa caribeña, duró cerca de tres lustros, en los cuales en más de una oportunidad las costas cubanas se vieron atacadas por tan infames negreros en busca de su codiciada mercancía.

Pero ello no fue lo peor, ni mucho menos, cuando ya una serie de trabas legales empezaron a enfrentarse al comercio libre de esclavos, y los refugios de Barataria fueron destrozados en 1814 por barcos de EE.UU., España e Inglaterra y las propiedades en Barataria fueron confiscadas. Entonces los Lafitte acordaron ganarse la buena voluntad de los españoles y para ello no pararon mientes en traicionar a los cubanos; ya lo habían hecho antes con los insurgentes mexicanos en 1815.

Les hicieron llegar a las autoridades españolas un informe sobre el proyecto de una expedición que se gestaba en Filadelfia para liberar a los negros esclavos de la Isla de Cuba por medio de un movimiento insurreccional con la posible ayuda de Haití.

Con semejante vileza lograron el indulto de todos los delitos cometidos contra los españoles —que eran muchos, por cierto— y el pago de una ventajosa suma de dinero por sus servicios de espionaje.

A partir de esta felonía, una nueva etapa se inició para estos demonios del mar, quienes obtuvieron de esta forma una patente de tratante negrero que les permitiría abastecer los ingenios cubanos con esclavos africanos durante un buen tiempo.

Junto con su tripulación de mil hombres a Lafitte se le acredita una decisiva intervención marítima en la Batalla de Nueva Orleans, que decidió la guerra de 1812 y en la que luchó junto a Andrew Jackson que sería posteriormente Presidente. El 8 de enero de 1815, durante el intento de invasión británica a Nueva Orleans, Laffite puso a disposición de Jackson más de mil hombres, armas y municiones (366 cañones y más de 500 artilleros),4​ defendiendo el sitio desde el llamado French Quarter, y con su flota desde la costa. La victoria de los estadounidenses fue total, con muy pocas bajas (13 al final del día), y Laffite recibió parte del mérito. Sin embargo, la intención de Laffite de recibir absolución de sus actividades ilegales y que le fuesen devueltas sus propiedades en Barataria no dio fruto, a pesar de llegar a presentar su solicitud, entregada por su hermano Pierre al mismísimo presidente James Madison. El mismo Jean se trasladó en el invierno de 1815-1816 a Washington y Philadelphia, pero no obtuvo ninguna concesión. Hasta finales de 1816 lo único que logró del gobierno fue la encomienda de realizar mapas de las nuevas tierras obtenidas más allá del puesto de Arkansas después de la compra de Luisiana a Napoleón Bonaparte.

En 1821 comienza una nueva etapa romántica de su vida para Jean, refugiado en Cayo Cristo, 13 kilómetros al norte de Isabela de Sagua, Cuba, con su esposa Marie Dubois. En enero de 1822 la única embarcación que le quedaba a Jean fue hundida al sur de Cuba por un bergantín de la Marina de Guerra Inglesa, ganando a nado la costa siendo capturado por tropas españolas de Santa Cruz del Sur y enviado a Puerto Príncipe y encarcelado durante varias semanas. Se fingió gravemente enfermo y fue traído a la Sala de Blancos del Hospital de San Juan de Dios de esa ciudad. Se fugó el 13 de febrero, y dejó las muletas en la puerta. Las muletas del pirata estuvieron expuestas al público por algún tiempo en el propio San Juan de Dios, pero un buen día, de forma tan silenciosa como escapó su propietario, las muletas desaparecieron de la vitrina donde se encontraban.

Aparentemente fue ayudado por gente influyente y comprometida. Por esos años vivían en Camagüey muchos asociados de Laffitte en el contrabando, así como viejos camaradas del espionaje, que lo conocían de Nueva Orleáns. Entre esos últimos estaban el vasco francés Juan Xavier de Arrambide, radicado en Puerto Príncipe, y el doctor don Juan Mariano Picornel y Gomila, médico de origen mallorquín, avecindado en Nuevitas, ex-agentes secretos al servicio de España y personajes tan legendarios como nuestro pirata.

Llegó Lafitte a Nuevitas, armó una partida y, en un bote, abordó y saqueó dos goletas. Se estableció seguidamente en el fondeadero de Rincón Grande, en la bahía de La Gloria. Explotó una factoría negrera a unos cuatro kilómetros de Sabinal. El enclave estaba provisto de dos cañones, un guairo y varios botes, tripulados por unos 30 hombres armados. En abril de 1822, Lafitte fue nuevamente capturado después de tomar su primer barco estadounidense. La Marina estadounidense lo entregó a las autoridades locales cubanas que lo liberaron de inmediato. Cuando Laffitte y otros piratas que operaban en el área comenzaron a atacar a los buques mercantes que transportaban productos legales a Cuba, enfurecieron a los funcionarios cubanos y a fines de 1822, Cuba había prohibido todas las formas de piratería.

Lafitte continuó patrullando las rutas marítimas alrededor de Cuba. En noviembre de 1822, fue noticia en la prensa estadounidense después de escoltar una goleta estadounidense a través del área sembrada de piratas y proporcionarles balas de cañón y comida adicionales.

De la muerte de los dos hermanos hay varias versiones.

En febrero de 1823, Jean Lafitte navegaba desde la ciudad de Omoa, Honduras, en su goleta colombiana de 43 toneladas llamada General Santander. Omoa fue el sitio del mayor fuerte español en América Central, construido para proteger los envíos de plata española desde las minas de Tegucigalpa a destinos en el extranjero. Laffitte intentó tomar lo que parecían ser dos buques mercantes españoles la noche del 4 de febrero. Estaba nublado con poca visibilidad. Los barcos españoles parecían estar huyendo pero, a las 10:00 pm, volvieron para un contraataque frontal contra el barco de Laffitte. Los barcos españoles eran corsarios o buques de guerra fuertemente armados y devolvieron el fuego pesado. Herido en la batalla, se cree que Laffitte murió poco después del amanecer del 5 de febrero. Fue enterrado en el mar en el Golfo de Honduras.

Jean acabó sus días en 1825, ultimado por uno de sus socios cubanos en el tráfico negrero de apellido Betancourt, en algún lugar frente al litoral camagüeyano a bordo de uno de sus barcos, según una versión.

Otras versiones dicen que en 1826 fallece enfermo en la isla Mujeres, frente a Yucatán, México.

Otros que murió en 1827 y que sus restos se encuentran enterrados en Dzilam de Bravo, Yucatán, México.

Hay otros que aseguran que murió más tarde, el 5 de mayo de 1854, en Illinois.

Pierre Laffite murió en noviembre de 1821 de heridas recibidas en un encuentro cerca de la isla de Cancún y fue enterrado en Dzilam de Bravo, Yucatán, México, otras versiones dicen que fue enterrado en el cementerio Nº 2 de St. Louis, Nueva Orleans, no se encuentra fecha alguna de esto.

Descendencia de los hermanos:

Luego de la muerte de Jean ocurrida entre 1823 y 1827 se cuenta que sus marinos regresan a Cayo Cristo para contarlo a su esposa Marie Dubois y su hija María, nacida en el cayo, la cual se traslada a Sagua tras la muerte de su madre a la edad de 18 años como María Rodríguez, y de ella descienden los Someillán-Rodríguez de Sagua La Grande.

Los hijos conocidos de Jean Lafitte con Catherine Villars fueron:

Pierre Villars; nacido el 4 de noviembre 1815 en Nueva Orleans; Bautizado noviembre de 1815 en la catedral de San Luis, Nueva Orleans. El registro indica que es hijo ilegítimo de Catherine Villars y Jean Lafitte.

Alrededor de 1820 Lafitte se casó con Madeline Regaud, teniendo a su único hijo legítimo, Jean Pierre Lafitte, muerto en octubre de 1832 durante una epidemia de fiebre amarilla en Nueva Orleans.

Pierre Laffite y Juana Delas de Baracoa tuvieron un hijo de nombre Pierre.

Pierre Laffite y Adelaide Maselari tuvieron una hija en Santo Domingo, Marie Josephe Lafite, nacida el 27 de octubre de 1810.

Pierre Laffite y Marie Louise Villars (Maria Luisa) tuvieron:

– Rosa Villar Lafita, nacida el 28 de agosto de 1812.

– Juan Laffite, nacido el 27 de octubre de 1816.

– Joseph Lafitte / Laffit / Laffite, nacido el 2 de mayo de 1821.

– Catherine Lafita (Caterina, Coralie)

– Jean Baptiste Lafitte. Puede haber muerto joven.

Un documento de 1818 en los “Papeles de Cuba” contiene una alusión a Eugene, el hijo adolescente de Pierre Laffite. También se habla de Francois Lafitte de nacimiento desconocido.

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