Los hijos de ciertos jefes de la nomenclatura tienen un sello personal. Visten ropa de marca. Toman coñac o whisky. Tienen coche propio. Internet en casa. Son aficionados a la buena mesa y a las noches movidas en las mejores discotecas de la ciudad. Poseen pasaporte para viajar al extranjero, pero delante de desconocidos sueltan de carretilla el típico discurso antiyanqui…