Los Leopardos de Santa Clara fueron una franquicia creada en el año 1922 para expandir la Liga cubana hacia otras ciudades de la Isla. Su desempeño de casi dos décadas en el principal torneo de béisbol profesional del Caribe, los llevó a conquistar el título en cuatro ocasiones. La más memorable de todas fue en el torneo de 1923-1924, cuando la ventaja que tenían obligó a parar el campeonato porque carecía de interés.
Una constelación de estrellas negras cubanas encabezadas por Alejandro «el Caballero» Oms, José de la Caridad Méndez, Pablo Champion Mesa, Esteban «Mayarí» Montalvo, Julio Rojo y Eustaquio Bombín Pedroso, junto a otros monstruos sagrados de las Ligas Independientes de Color como Oscar Charleston, Oliver Marcelle, Frank Duncan, Dobie Moore y Bill Holland, conformaron uno de los equipos más poderosos y completos que jamás se hayan visto en la historia de la pelota cubana.
Tuvieron su sede en el desaparecido Boulanger Park, el primer estadio de pelota que tuvo Santa Clara a finales del siglo XIX. Su primer director fue el mítico jugador y promotor del béisbol Agustín Tinti Molina, a quien, siendo un mozalbete, felicitó José Martí por un jonrón en una de sus visitas a Cayo Hueso.
El equipo Leopardos de Santa Clara desapareció del escenario competitivo insular durante los años de 1925 a 1929. En ese hiato beisbolero otro equipo del centro del país hizo su aparición, el Club Cienfuegos, en 1926, pero entonces eran Petroleros y no Elefantes, mote con el que lograrían gran fama y notables resultados en los años de la década de 1950.
Durante la temporada de 1929-1930 Cienfuegos y Santa Clara fueron los rivales de Almendares y Habana. Aquel año, los Leopardos tuvieron en sus filas al gran lanzador Basilio Brujo Rosell, debutó el joven serpentinero Ramón «el Profesor» Bragaña, luego una rutilante estrella en Cuba y México, y también estuvo la revelación de las Ligas Negras, Leroy Satchel Paige. Al bate se destacaron Alejandro Oms y la primera base George Mulo Suttles.
El equipo pilongo tuvo un cuatrienio de ausencia, de 1931 a 1934, años de gran turbulencia política, y en 1935 retornaron en pos de levantar la corona que, más de una década atrás, fue suya de manera inobjetable. El gran Martín Dihígo, ya una leyenda viviente, llevó las riendas de los campeones de 1935-1936 y de qué manera.
Manager-jugador, Dihígo no solo ganó el torneo con seis juegos de ventaja sobre Almendares, sino que además fue el líder de los bateadores con 358 y encabezó a los pitchers con récord de 11 y dos, y también comandó los hits con 63, las anotadas con 42, los triples con ocho y las impulsadas con 38, empatado con su coequipero Bill Perkins. Además, completó 13 desafíos y propinó cuatro lechadas. Era algo verdaderamente asombroso, fuera de lo común, fantástico.�
A Dihígo lo acompañaron en aquella memorable campaña los lanzadores Heliodoro Yoyo Díaz y Marino Rodríguez, con 15 victorias entre ambos. El receptor Bill Perkins bateó para 323, el torpedero Willie Wells lo hizo para 356 con cinco vuelacercas, y Alejandro Oms, que contaba ya con 40 años, promedió 311, con 56 hits, diez dobles y 30 impulsadas.
Al año siguiente, 1938-1939 se repitió el triunfo, esta vez con menos holgura (34 y 20), pero nuevamente fueron los jugadores de Santa Clara los que demostraron mayor poderío ofensivo: Tony Castaño bateó más que nadie con 371, el inmenso toletero negro Joshua Trucutú Gibson (356) encabezó las anotadas con 50 y los jonrones con 11 —se habla que despachó un mítico jonrón en Boulanger Park que midió más de 700 pies— , Santos Amaro (366) dio 78 hits e impulsó 49, y Lázaro Salazar además de ganar seis partidos conectó 12 dobles. Los lanzadores de vanguardia del conjunto fueron Manuel Cocaína García y Raymond Brown con 11 triunfos per cápita y el primero lanzó tres blanqueadas.
Las dos últimas temporadas de los Leopardos de Santa Clara fueron las de 1939-1940 y 1940-1941, dirigidos por José María Fernández, Pelayo Chacón y Julio Rojo. Una vez fueron terceros y en la que sería su postrera campaña quedaron segundos.
En el equipo de los Leopardos jugaron diez peloteros que luego fueron exaltados por el Salón de la Fama de Cooperstown, y ese número es similar al que ostentan franquicias históricas de aquel circuito, como los Rojos de Cincinnati, Tigres de Detroit y Medias Rojas de Boston. Los jugadores de los Leopardos de Santa Clara en Cooperstown son: los cubanos Martín Dihígo (1977) y José de la Caridad Méndez (2006) y los estadounidenses Leroy Satchel Paige (1971), Joshua Gibson (1972), Oscar Charleston (1976), Willie Wells (1997), Norman Turkey Stearnes (2000), Hilton Smith (2001), George Suttles (2006) y Raymond Brown (2006).