LOS MEDICOS DE ANTONIO MACEO.
El lugarteniente general Antonio Maceo Grajales sufrió múltiples heridas en las diferentes contiendas, asimismo fue objeto de un atentado en Costa Rica y padeció otras enfermedades. En el presente artículo se reseñan, de forma historiográfica, los médicos que cuidaron su salud: Félix Figueredo Díaz, el primero que lo curó en circunstancias muy especiales, cuando el Titán de Bronce recibió ocho heridas en el combate de Mangos de Mejía; Eusebio Hernández Pérez, doctor de la familia Maceo, con el cual sostuvo una profunda amistad; Guillermo Fernández Mascaró, quien lo atendió por presentar trastornos digestivos, y Hugo Roberts Fernández, que le cuidó durante un tiempo más prolongado. Igualmente se señalan aspectos relacionados con Máximo Zertucha Ojeda, el último médico que lo asistió, y algunos datos interesantes sobre otros galenos que también contribuyeron a mantener su salud.
El doctor Félix Figueredo Díaz nacido en el año 1829 en Bayamo, Oriente, Félix Figueredo Díaz (figura 1) estudió la carrera de Medicina en las universidades de Barcelona, Madrid y Cádiz. Asistió a la reunión de San Miguel de Rompe, en Las Tunas, el 3 de agosto de 1868, representando, junto con Donato Mármol, a la región de Jiguaní. Luego se alzó, el 12 de octubre de 1868, al lado de Mármol y Calixto García, en la finca Santa Teresa, y al día siguiente los acompañó en el ataque al poblado de Santa Rita. Después de la toma de Jiguaní, Figueredo prendió fuego a su casa para iniciar el incendio del pueblo, al tener que ser abandonado por las bisoñas tropas cubanas. El 20 de octubre de 1868, posterior a la toma de Bayamo, fue ascendido por Carlos Manuel de Céspedes al grado de general de brigada.2 Félix Figueredo fue el primer médico del cual se tiene conocimientos que asistió a Maceo. Lo hizo en circunstancias muy especiales, pues tuvo que atender al Titán luego de que MEDISAN 2016; 20(12):2580 este recibiera 8 heridas en el combate de Mangos de Mejía, el 6 de agosto de 1877, precisamente el mayor número de heridas durante un conflicto bélico.
El doctor Eusebio Hernández Pérez (figura 2) nació en Colón, Matanzas, el 18 de enero de 1853, y es considerado como la más alta personalidad de la ginecoobstetricia cubana de todos los tiempos. Conoció a Maceo en la isla de Jamaica y llegó a sentir una gran devoción por él; fue su médico personal y de toda la familia Maceo, así como su más íntimo consejero en decisiones estratégicas del movimiento revolucionario independentista entre los años 1880 a 1887. El doctor Hernández Pérez era la persona más allegada, a quien el héroe cubano le confiaba asuntos familiares muy delicados; también realizó el parto de su hijo, Antonio Maceo Marryat.3 Juntos, el general y el médico, continuaron sus trabajos revolucionarios en Honduras y Jamaica, y tanto en Tegucigalpa como en Kingston compartieron, por muchos meses, la misma habitación. De esta profunda amistad, que trascendió más allá de la relación médico-paciente, quedaron importantes documentos históricos.
Durante la estancia en Costa Rica, Maceo fue víctima de un atentado, el 10 de noviembre de 1894, a la salida del Teatro Variedades, donde sufrió una herida por arma de fuego. Inicialmente el Titán no comentó sobre el hecho y cuando el inspector de policía trató de conducirlo, entonces solicitó un médico. Al preguntarle sus compañeros por qué no lo había dicho, expresó: “La verdad es que tenía veintiuna heridas en el cuerpo, ¿por qué me habría de apurar por la vigésimo segunda, que además no me parecía grave?”8 En ese instante apareció el secretario de Gobernación, Juan José Ulloa Giralt, médico de profesión, que brindó los primeros auxilios y los acompañó hasta la residencia. El general Antonio le consultó su deseo de llamar a su íntimo amigo, el doctor colombiano Eduardo Uribe Restrepo, a lo que Ulloa Giralt accedió con mucho gusto.Uribe acudió de inmediato, y ambos galenos examinaron al herido. El examen físico demostró que presentaba una herida en la espalda, a la altura de la cintura, con orificio de entrada por el costado izquierdo, producido por un arma calibre 44, no había orificio de salida. Uribe, en condición de cirujano principal, y Ulloa, como ayudante, le aplicaron una sonda y después de varios intentos no localizaron la bala. Intentaron hacer una operación mayor, a la cual Maceo se opuso: “No me corten más que bastantes heridas tengo, dejen que esa bala se quede en mi cuerpo junto con otras de la guerra”.
Cuando el doctor Ulloa le pidió la cuenta por los servicios profesionales, contestó: “Puede usted decirle al señor Maceo que los escasos servicios que con mucho gusto le presté, no valen nada”.8 La desconocida labor asistencial del doctor Uribe permitió el regreso del Titán de Bronce a la Isla y su incorporación a la guerra del 95.
En septiembre de 1895, en uno de los banquetes acompañados de bailes y otras diversiones, con que celebraban los campesinos orientales las formidables victorias alcanzadas por su líder contra la tiranía hispana, Maceo ingirió carne de cerdo, al parecer no muy bien cocinada, que le produjo una grave intoxicación. 10 La casa campesina — un modesto bohío — en que Maceo radicaba, se encontraba en una ubicación casi inaccesible de la jurisdicción de Holguín, cercana al lugar llamado Minas de Camazán. A petición de Maceo, el general Agustín Cebreco buscó personalmente al doctor Guillermo Fernández Mascaró (figura 3). Mascaró, nacido en Bayamón, Puerto Rico, en 1870, llegó a alcanzar el grado de Coronel y fue Jefe de Sanidad de División.El doctor Mascaró se licenció el 24 de agosto de 1898. Durante la República fue director del Instituto de Segunda Enseñanza de Santiago de Cuba. El 14 de noviembre de 1908 resultó elegido representante a la Cámara por la provincia oriental; cargo que dimitió, pero fue reelegido el 1ro de enero de 1914 y renunció nuevamente en 1915. El 1ro de noviembre de 1916 fue electo Gobernador de la provincia de Oriente, función que desempeñó desde el 24 de febrero de 1917 hasta el 24 de febrero de 1921. Durante el régimen de Gerardo Machado (1925-1933) ocupó los cargos de Secretario de Instrucción Pública y embajador en México. Falleció en Santiago de Cuba, a los 90 años, el 25 de mayo de 1960.
Hugo Roberts Fernández (figura 4) nació en Trinidad, Las Villas, el 20 de julio de 1868, y fue un ilustre sanitarista cubano, que ingresó en el Ejército Libertador el 8 de septiembre de 1895. En fecha no precisada, antes del comienzo de la invasión, Maceo le confirió el grado de teniente coronel y lo designó médico personal de su Estado Mayor. El 22 de octubre de 1895 partió de Baraguá como integrante de la columna invasora y el 7 de noviembre tuvo su bautismo de fuego en la acción bélica de Guaramanao. Durante toda la contienda participó en más de 100 combates.7 En la batalla de Mal Tiempo, Maceo lo ascendió a coronel, y al llegar la columna invasora a Mantua, quedó como Jefe de Sanidad del Departamento Occidental. Fue herido gravemente en un pie durante la acción del ingenio San Gabriel de Lombillo, el 13 de junio de 1896, y tuvo que separarse del Lugarteniente, de quien se despidió al cruzar este la trocha de Mariel a Majana. Posteriormente le fue otorgado el grado de general de brigada. Roberts fue el encargado de la atención médica de Maceo durante toda la invasión; así que fue el médico que durante más tiempo le cuidó, desde octubre de 1895 hasta junio del año siguiente; es decir, alrededor de 8 meses.
El último médico de Maceo Para sustituir a Hugo Roberts como médico personal de Maceo fue nombrado, el 15 de junio de 1896, Máximo Zertucha y Ojeda (figura 5). Este nació en La Habana el 18 de noviembre de 1855, y se graduó de médico cirujano en México, en 1877; luego revalidó su título en la Universidad de La Habana en 1879. Ocho días después de su nombramiento, le brindó sus servicios médicos a Maceo, cuando este resultó herido en la acción de Tapia.13,14 Zertucha tuvo la triste misión de asistir a Maceo el día 7 de diciembre de 1896. Al decir del galeno: “…lo encontré sin conocimiento; un arroyo de sangre negra salía por una herida que tenía al lado derecho de la mandíbula inferior, a dos centímetros de la sínfisis mentoniana. Introduje el dedo en su boca y encontré que estaba fracturada la mandíbula. A los dos minutos a lo más tarde de ser herido, murió en mis brazos y con él cayó para siempre la bandera”. 15 El proyectil había penetrado por el lado derecho de la MEDISAN 2016; 20(12):2587 cara, seccionando la carótida y saliendo por la parte izquierda del cuello. Es justo acotar que si se realiza un análisis científico del diagnóstico, era imposible, en esas condiciones de campaña, salvar a un paciente con una lesión de la arteria carótida interna.