Me voy a limitar de poner el nombre del autor de tan brillante artículo para evitar que las mentes más obtusas y cerradas caigan en debates políticos sin respeto , que para nada es el objetivo de este brilante grupo. Por cierto mi felicitación para los fundadores , pués ya arribamos a 30 000 mil miembros. Espero lo disfruten, como siempre les digo
Sobre la negativa de muchos cubanos a que Martí viniera a Cuba:
"Fueron algunos falsos amigos o admiradores con rabia. Sabes que siempre hay quien te admira, pero con rabia. Él también tenía detractores. Le decían el capitán araña, todo lo imaginable se dijo de él, todo tipo de calumnias. Y segundo, el momento crucial: Fernandina, todo se pierde. Porque él confía en un hombre inconfiable, pero no lo sabe. Un error, un error humano lo hace perder todo. Todo se pierde. Y después la carrera por sacar de la cárcel a los marineros, al capitán, y allí están las tres naves confiscadas, bajo cuyos aperos de labranzas venían los fusiles comprados por los obreros y las armas, para tocar tres puntos de Cuba, que era su objetivo. Quería una guerra pronta, justa, ejecutiva que impida la movilización española y la intervención norteamericana. Está claro que para él ya lo español está pasando a un segundo plano que el gran peligro que aparece delante es la intervención militar de Estados Unidos, que se ve clara cuando él se entrevista con el periodista norteamericano Eugenio Brison y este le dice: “Vengo de La Habana, y Martínez Campos me ha dicho que antes de ceder a los cubanos, pactan con los yanquis”.
"Y por último, las discrepancias ya en tierra en cuanto a la dirección de la guerra. Vuelven a salir los fantasmas del pasado. Porque algunos, aún los más lúcidos, valientes, esforzados no se dan cuenta que la garantía de que no iba a suceder lo del pasado era él, Martí, que era el equilibrio, el sentido justo, que jamás veríamos a un Martí dirigiendo operaciones militares. Eso no era lo suyo. No. Martí era el político, era como le empezó a llamar la gente: Presidente. Y el temor de Gómez, expresado en sus palabras aquel día en una discusión de campamento: “No me le digan presidente, que él no lo es todavía. Díganle general”. Era el alejamiento de la realidad, que ya eso se vio en el drama de Céspedes y la Cámara, que era el pasado."
Martí llevaba encima: una mochila con 100 tiros, medicamentos, libros, un Winchester 44, un revolver, zapatos desechos, ropa de campaña a mal traer, su propia ropa llevada a cuesta, trescientos y tantos de kilómetros.
Sobre el día 19 de mayo: "Cuentan que al sentir el tiroteo de una columna española Gómez ordena a salir inmediatamente y le dice a Martí cuando lo ve tan dispuesto: “Apártese Martí, apártese”, como diciéndole, ese no es su lugar, espere, quédese, nosotros volveremos. Y esa fue la tapa del pomo. Porque también en la mesa de comida en La Mejorana le habían dicho esto, y también fue muy probable que en la entrevista de La Mejorana la decisión de los dos grandes generales fuera: “Más hace usted allá que aquí, usted aquí no es tan necesario como allá. Nosotros vamos a hacernos cargo de esto”. Pero que va, él quería pasar a Camagüey, constituir el gobierno en Camagüey, donde tenía la certeza de lograr un gobierno equilibrado, con patriotas probados, con soldados e intelectuales de mérito, no un grupo decadente de letrados, ni de locuaces políticos incapaces, como se vio antes y se viera luego, y sería la causa de tanta desgracia para Cuba, entre ellos la muerte de Antonio Maceo. Ahí uno comprende el porqué de La Mejorana, las razones ocultas, íntimas de Antonio Maceo era el temor al pasado. Él había perdido mucho: su padre, la madre en el exilio, un hermano en los presidios de África y aun estando en Pinar del Río en campaña llega la noticia con Rius Rivera del último: José. Entonces, estamos viendo tres figuras colosales de la historia, con características distintas.
Cruzan por el peor lugar, entre el fango, era el mes de mayo, había llovido, el río venía crecido y salen delante y se encuentran las formaciones españolas, y Martí no obedece. Ese carácter no era domesticable, y dice: “Vamos”. Y se encuentra a un niño que era un maestro de Holguín, Ángel de la Guarda, y le dice: “Joven, acompáñame”. Me recuerda la canción de Silvio, del ángel que no ve, que mira hacia otro lugar. Un ángel de la guarda que debe cuidar de él, su único compañero. Y el brioso caballo que le había regalado José Maceo que tanto lo admiraba. Y de pronto delante de él, el destino. Descarga cerrada. Caballo herido. Martí caído moribundo, el muchacho que lo ve trata de acercarse. No puede. Huye. Lleva la noticia. Dicen que fue un traidor cubano el que lo mató para mayor desgracia. Se acercó, estaba agonizante y le dio el último disparo. Estaba herido de muerte, pero había algo extraño ese día. No iba vestido con la ropa del soldado que usó todo el tiempo. Iba con ropa de civil, con chaqueta oscura, con camisa, con corbatín, con un pantalón blanco. Llevaba todo arriba. Las cintas que le habían regalado Clemencia, la hija de Máximo Gómez, el dinero para pagarlo todo, según la costumbre, el retrato de María Mantilla, su hija amada, quemado por el disparo. “Y si muero, llevaré tu retrato como un escudo en mi corazón”.