Mi Virgencita de la Caridad.
Mar embravecido por la tormenta.
Las olas se levantan parece que rugiendo,
cayendo con fuerza sobre las verdes aguas
y un torbellino de espuma al caer está elevando.
Tres buscadores de sal son sorprendidos
en medio de la vorágine de agua y espuma.
La fuerza del viento golpea y zarandea
su frágil barca, balanceándola como pluma.
Dos de ellos grandes y fornidos jóvenes,
luchando por controlar su barquichuelo,
un chico de 10 años postrado de rodillas
en medio de la barca suplicante mira al cielo.
Sorprendidos quedaron al ver allá en lo alto
en los oscuros nubarrones una nube blanca,
y en medio de esa blancura vieron preciosa,
con Jesús en sus brazos a nuestra Virgen Santa.
Y notaron entonces flotando sobre las aguas
un trozo de madera escrito que decía,
“Yo soy la Virgen de la Caridad”
y en él, la bella figura de la Virgen yacía.
Tomaron con devoción la Santa imagen,
y hacia Nipe de Cuba con amor la condujeron,
al conocer lo ocurrido todo el pueblo
un altar para adorarla le erigieron.
Al poblado del Cobre en el Oriente cubano
años después fue la Virgen trasladada,
allí le levantaron los fieles un santuario
y como su Santa Patrona fue proclamada.
Los mambises en la guerra de independencia
la erigieron como su estandarte idolatrado,
también se le llamó Virgen mambisa,
a ella se encomendaba con fe cada soldado.
Fue el papa Benedicto XV quien la llamó patrona.
El Papa Pio XII la canonizó con solemnidad
Juan Pablo II dignamente le puso la corona,
y Benedicto XVI La Rosa de Oro de la Cristiandad.
Al año 400 de su aparición, el Papa Francisco,
lo decretó de la Misericordia el Año Santo.
A nuestra Cachita, madre del pueblo cubano,
con Fe le suplicamos, cúbrenos con tu manto.
Al Santuario de nuestra Madre de la Caridad,
acude su pueblo con fervor a realizar su petición,
sus hijos sabemos que su amor hacia nosotros,
la lleva ante su divino hijo, a ejercer su intercesión.
No sólo los católicos la veneramos,
religiones afrocubanas muestran su adoración,
los fieles de todas partes del mundo acuden,
al altar de su divina presencia en peregrinación.
Siempre que necesitamos madre de tu ayuda,
nuestra mente vuela hasta tu hogar para rogarte,
que nos ayudes en los momentos más difíciles,
pues no podemos vivir sin recordarte.
Desde tu altar del Cobre, Virgencita milagrosa,
entrega a tus hijos, por el mundo dispersos,
tu amparo bondadoso, lleno de compasión.
Madre, desde España, con amor, envío mis versos.
Dágmar Porro
DR. Cuba/España. 2020