Necrópolis Cristóbal Colón. Grandioso conjunto urbano funerario, posee más de 130 años de existencia. Es el mayor de los 21 cementerios existentes en La Habana. Fue declarado Monumento Nacional por Resolución 51 del Consejo Nacional de Monumentos de 18 de febrero de 1987.
Tiene 57 hectáreas, es uno de los cementerios más importante del país por sus valores artísticos-culturales, arquitectónicos e históricos.
En la Necrópolis "Cristóbal Colón" se ha sepultado a numerosas personalidades de gran significación nacional, y otras internacionalmente conocidas. A través de ellas, y de los sucesos a que están asociadas, es posible representarse la historia de Cuba desde el momento en que comenzó a constituirse la nación hasta nuestros días.
Los monumentos construidos para perpetuar la memoria de estas personalidades y de los acontecimientos que han marcado hitos en la historia de Cuba, constituyen un testimonio fiel de la formación de la identidad de su pueblo.
Aproximadamente por tres siglos, desde la fundación en el siglo XVI de la Villa de San Cristóbal de La Habana, prevaleció en la ciudad la idea de enterrar en las iglesias, aunque se abrieron cementerios provisionales cuando había necesidad, por ejemplo, ante una gran epidemia. En abril de 1804 una Real Orden prohibía la inhumación en las iglesias y dictaba la edificación de cementerios fuera de las ciudades.
El primer cementerio construido en La Habana fue resultado de las ideas y el impulso del Obispo Juan José Díaz de Espada y Landa. Se llamó Cementerio General de La Habana, o, en honor a su fundador, “Cementerio de Espada”. Se levantó extramuros, en un terreno situado al Oeste de la ciudad, en las inmediaciones de la caleta de San Lázaro. Se amplió con los años, llegando a tener una extensión total de 43,215 varas cuadradas. Estaba dividido en cinco patios, y las características del terreno conllevaron a que se sepultara en nichos emparedados y cubiertos con lápidas, que constan entre las primeras obras de carácter funerario producidas en La Habana. En septiembre de 1878 se ordenó su clausura, pues ya resultaba insuficiente para la creciente cantidad de enterramientos. En 1901, se comenzaron a trasladar todos los restos que allí quedaban hacia el cementerio de Colón. Durante la Segunda Intervención Norteamericana, en 1908, el Gobernador Militar Norteamericano Charles Magoon ordenó la demolición de los muros del Cementerio de Espada, aún en pie. Luego el terreno fue vendido y urbanizado.
En 1854 el Gobernador General de Cuba Marqués de Pezuela, consciente de las limitaciones espaciales del Cementerio de Espada, concibió la idea de construir un nuevo cementerio en La Habana, de mayores proporciones y prestancia. Su proyecto implicaba el traslado de los restos del Almirante Cristóbal Colón para el nuevo emplazamiento, que se nombraría en su honor. Al ser el relevado de su cargo la idea cayó en el olvido, hasta 1858, cuando a iniciativa de los señores José Bruzón y José Silverio Jorrín, concejales del Ayuntamiento de La Habana, se retomó y nombró una comisión para elegir el terreno donde se levantaría.
El espacio seleccionado fue un cuadrado al lado en la falda Oeste del Castillo del Príncipe, una decisión que no satisfizo a las autoridades militares, que alegaban obstruiría la defensa en esa parte de la ciudad. El Obispado de La Habana también entró en desacuerdo con la propuesta del Ayuntamiento, pues consideraba que las obras de un cementerio de carácter católico eran su competencia. Luego de varios litigios se determinó que el derecho correspondía al Obispado, y por un Real Decreto, publicado en la Gaceta el 28 de junio de 1866, se daba la autorización para que, previo acuerdo con las autoridades civiles y sanitarias para la elección del lugar, se realizara la obra. Con este fin se nombró una comisión de funcionarios civiles, ingenieros y médicos, que desecharon el espacio próximo al Castillo del Príncipe escogido en 1858, y seleccionaron un rectángulo de tierra al poniente de la loma de los Jesuitas, idea del Obispo Dr. Fray Jacinto Martínez.
Hasta el 14 de junio de 1869 se habían adquirido para la nueva necrópolis 1284 cordeles de tierra pertenecientes a las estancias “La Currita” de Mercedes Muñoz, “La Baeza” de Carlos Baeza, y “La Noria” de los herederos de Gertrudis Rey. La forma de estas tierras era irregular y no se prestaba a la cuadriculación que requería el campo santo, por lo que se adquirieron 79´68 cordeles de la finca “La Campana”, 108´16 de “La Portuguesa” y 121´25 de “Las Torres”, las fincas aledañas. Esta sucesiva adquisición de terrenos ocurrió por convenio y/o expropiación forzosa. En parte de los terrenos de la estancia “La Currita” se habilitó un cementerio provisional, cercado de tablas y llamado cementerio de “San Antonio Chiquito” (estaba ubicado en parte de lo que es hoy el cuartel N. E.), donde se sepultaron las numerosas víctimas de la epidemia de cólera-morbus que afectó a La Habana en 1868, según consta en los primeros libros de entierro conservados en el Archivo de la propia necrópolis.
En noviembre de 1870 la Junta de Cementerios, formada desde 1866, acordó abrir un concurso público para la construcción del Cementerio Cristóbal Colón, al que se presentaron siete proyectos, y el 17 de julio de 1871 se declaró ganador el señalado con el lema: “Pallida mors aequo pulsat pede tabernas pauperum regnum que turres” (La pálida muerte entra por igual en las cabañas que en los palacios de los reyes), suscrito por el arquitecto Calixto Aureliano de Loira y Cardoso, graduado de la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando de Madrid. Según este proyecto la necrópolis se levantaría originalmente en una superficie rectangular de 504 458, 22m cuadrados, dividido en una gran cruz central que abarcaría todo el rectángulo, más cuatro cruces menores en los espacios comprendidos entre los brazos de la gran cruz central y las tapias, más los cuadriláteros que ocuparían el resto del espacio disponible .
El 30 de octubre de 1871 quedó inaugurada la construcción con la colocación de la primera piedra, y el día 22 de noviembre comenzaron las obras.
Siguiendo el proyecto de Calixto de Loira, los trabajos se dividieron en cuatro lotes:
Muro perimetral (comprendía las cercas, la calzada frente a la parte norte del cementerio y el desmonte del terreno)
Viabilidad y arbolado (incluía la pavimentación de las calles y el arbolado)
Portadas (norte y sur) y edificios
Capilla Central
Luego de 15 años de trabajo, las obras constructivas del Cementerio de Colón quedaron terminadas en noviembre de 1886 en sus partes fundamentales, y en la Gaceta del 6 al 8 de ese mes se notificaba como abierto al público.
Cuando comenzó a idearse el Cementerio de Colón, a mediados del siglo XIX, se creó un Reglamento para su ordenación interna, que contemplaba la llamada Ley de Zona Cementerial, una disposición sanitaria que prohibía construir dentro de los 1000 metros a partir de las tapias.
En el siglo XX, esta Ley de Zona constituía un impedimento legal a la expansión de la ciudad, que había crecido considerablemente, y frenaba cualquier intento de ampliar la necrópolis. Por esto, por Decreto de 16 de septiembre de 1921 se modificó lo contemplado en las Ordenanzas Sanitarias, permitiéndose construir dentro de la zona de los 1000 metros en torno al cementerio. Así en 1922 se proyectó la ampliación del cementerio por su parte Este, con un área dedicada a las inhumaciones temporales y a depósitos de restos. El primero de julio de 1924 se abrió al servicio público.
Con esta ampliación la superficie general del cementerio aumentó a 560, 000m². En la década del 40 del siglo XX se derribó el muro que dividía la zona de epidemiados y no católicos (al oeste) del resto del cementerio, con lo que se completó la imagen actual del recinto.
Luego del triunfo de la Revolución en enero de 1959 se procedió a la intervención de la necrópolis, por Resolución 259 del Gobierno Revolucionario, con el objetivo de poner fin a las prácticas discriminatorias hacia las personas de menores ingresos y con el carácter lucrativo que hasta entonces había funcionado la institución.
Esta medida se vio reforzada el 13 de julio de 1967 con la nacionalización del cementerio mediante la Resolución 163, destinada a eliminar la privatización de los servicios sociales que prestaba esta entidad.
El 18 de febrero de 1987 la necrópolis fue declarada Monumento Nacional por la Resolución 51 del Ministerio de Cultura, atendiendo al carácter excepcional de sus valores entre los que sobresalen exponentes del devenir histórico- social, la arquitectura, la escultura, las artes decorativas y la notable presencia de elementos del imaginario popular, que contribuyen a la definición identitaria de la nacionalidad.
Los otorgamientos de parcelas desde 1874 se registraron -como hasta el presente- en los Libros de Protocolos, donde también queda registrado cualquier acto a realizar con las propiedades. En ellos se recoge documentación como la solicitud de parcelación al Arzobispado con las medidas a reservar, el primer propietario y los sucesivos, y las notas de actas explicativas ante cualquier eventualidad o modificación de la titularidad. Existen un total de 52 360 propiedades registradas en el cementerio de Colón. Una colección no menos importante que los citados Libros de Protocolo, son los Libros de Inhumaciones que se encuentran en el archivo del cementerio desde 1868, mucho antes incluso que el nacimiento de la propia necrópolis. Se encontraban separados en Libros de Blancos y Libros de Pardos y Morenos, hasta el año 1924 en que se unifican. En ellos se recogen la fecha de inhumación y todos los datos de la persona fallecida. Constituyen una importante fuente de referencia para cualquier investigación social, política, histórica, estadística, etnográfica y genealógica.
Desde la colonización un número muy alto de españoles se trasladan hacia Cuba, emigración que tuvo varias etapas, y motivaciones diferentes. Portaron además fuertes tradiciones e impronta desde lo económico, lo social y lo cultural que ha trascendido a nuestros días. Y uno de los modos de perpetuarlas consistió en agruparse por sus regiones de procedencia, conservando sus tradiciones, su lengua y sus costumbres. Muchas han perdurado a lo largo del tiempo, pero es en la necrópolis Cristóbal Colón donde, de una manera más visible y mayoritaria, se logra un acercamiento para su estudio en conjunto. Caso similar se presenta con las Asociaciones de carácter civil, social y religioso que muestran multiplicidad de exponentes dentro del recinto cementerial.
El cementerio ocupa una superficie rectangular de 56 hectáreas. Su extensión es de 810 metros de Este a Oeste, por 620 metros 20 centímetros de Norte a Sur. Posee alrededor de 52 360 propiedades, de las cuales 8 000 tienen un alto valor patrimonial y están catalogadas como Grados de Protección I y II. Su planta está formada por cuatro grandes áreas, que reciben el nombre de cuarteles y son designados según los puntos cardinales: Cuartel Noreste (N. E.), Cuartel Noroeste (N. O.), Cuartel Sureste (S. E.) y Cuartel Suroeste (S. O.). Cada cuartel está dividido en áreas llamadas cuadros.
Los cuarteles están delimitados por dos grandes avenidas centrales (una que corre de Norte a Sur, y otra de Este a Oeste), que a mitad de su recorrido se cruzan perpendicularmente formando una gran cruz central.
Al interior de los cuarteles se reproduce este mismo esquema: cada uno está dividido por una cruz. Estas cinco cruces que forman la planta del cementerio, corresponden a la simbología cristiana, y representan las cinco heridas que recibió Cristo al ser crucificado. A partir de ellas, Calixto de Loira estableció una jerarquización social de los espacios, marcada por la diferencia en el valor de los terrenos:
Zona de monumentos de primera
Zona de monumentos de segunda
Zona de monumentos de tercera
Cruz de Segundo orden
Campo Común
En el punto donde se cruzan las dos avenidas principales, se levanta la Capilla Central. La portada principal del cementerio está ubicada en el centro de su lado Norte, pero la necrópolis cuenta con otra portada en su lado Sur, así como dos puertas de acceso a la altura de las calzadas al Este y al Oeste.
A ambos lados de la portada principal del norte y de la del sur encontramos dos cuerpos de edificios, destinados a oficinas y servicios.
Relieves de la portada principal
El proyecto definitivo de esta portada es obra del arquitecto Eugenio Rayneri, pues la comisión calificadora del concurso para la construcción del cementerio hizo algunas modificaciones en el proyecto de Calixto de Loira, como lo fue la reducción de sus dimensiones. La portada fue construida entre 1871 y 1874; es de cantería, tiene una longitud de 34.40 metros y un espesor de 2,50 metros. Su altura total, hasta el remate del grupo escultórico que la corona, es de 21.66 metros; la altura sobre las puertas laterales es de 11.10 metros. La puerta central tiene 5.00 metros de ancho y cada una de las laterales, 2.70 metros, todas con cierres de rejas de hierro. La enriquece un magnífico conjunto decorativo, integrado por símbolos y alegorías tomados de diferentes culturas. En marzo de 1899 se colocaron dos alto-relieves del escultor cubano José Vilalta Saavedra, uno representa la Resurrección de Lázaro y el otro la Crucifixión de Jesucristo.
También de este artista es el grupo escultórico que ocupa la parte superior de la suntuosa portada, y que está formado por tres estatuas de mármol, que simbolizan las Tres Virtudes Teologales: Fe, Esperanza y Caridad, con la siguiente inscripción en su base: JANUA SUM PACIS, que en latín significa Soy la Puerta de la Paz. Estas piezas fueron elaboradas en Italia, partiendo de Génova hacia Cuba el 5 de julio de 1899.
Según palabras de Calixto de Loira:
“No se puede titubear sobre la elección del estilo que debe emplearse en la construcción que nos ocupa, siendo de naturaleza esencialmente cristiana (…) el más adecuado, tanto por su carácter severo, a la par que triste, cuanto por la sencillez en la ejecución de su decoración, al mismo tiempo que a la solidez de su forma, es el románico-bizantino, pues satisface completamente y con ventaja a los otros estilos, considerando el destino del edificio y las localidades en que tiene que construirse (…).”
Las dos avenidas principales del cementerio tienen un ancho de 21 metros, con aceras de 2 metros de ancho.
Las calles situadas en los ejes de las cruces de Segundo Orden son de 7 metros de ancho con aceras de 0.50 metros, y las calles que dividen los cuadros de Campo Común son de 5 metros de ancho, con aceras de 0.50 metros.
Las calles que delimitan el Campo Común y las cruces de Segundo Orden, y las que corren alrededor de las cercas, tienen un ancho de 6 metros.
Un muro perimetral de mampostería de tres metros de altura delimita los contornos del Cementerio de Colón. En él se alternan tres pilastras separadas por un sólido enverjado de hierro fundido con lienzos de pared con la cruz de redención de bajo relieve en su centro. En la parte superior la cerca está coronada por copas de hierro fundido.
La capilla central, concebida para ser la obra principal del cementerio, está ubicada en la intersección de las dos avenidas principales. Su planta, única de este tipo en Cuba para una construcción religiosa, es octogonal (para la religión cristiana el número 8 simboliza la resurrección). Está compuesta de tres cuerpos concéntricos, que al ser de alturas distintas, resultan escalonados. El exterior de los cuerpos de la capilla es el más bajo y forma una galería o pórtico de arcadas de medio punto, que rodea el edificio. De los otros dos cuerpos que constituyen la capilla propiamente dicha, el central se eleva sobre ocho pilares y sostiene una cúpula en rincón de claustro reforzada por nervios y terminada en una cruz.
La Galería de Tobías es el sepulcro más antiguo del cementerio, construido ante la escasez de nichos en el Cementerio de Espada. Su nomenclatura es un homenaje a Tobías, que vivió en el siglo VII a.c. dedicado a hacer obras de caridad, principalmente, dando sepultura a cadáveres.
Es una galería subterránea ubicada en el cuartel N. E., dando frente a la calle A y limitada por las calles 9 y 13. Posee dos entradas, una en cada extremo, con dos pequeños pórticos, de donde parten dos escaleras de piedra de San Miguel, con 32 escalones, que dan acceso al interior. Tiene 3 metros de ancho por 4 de altura y 95 metros de largo.
Su construcción es de mampostería y ladrillos y está cubierta con una bóveda común provista de ventilación y luz por medio de seis torrecillas con cristales.
Los nichos (que suman más de quinientos) están dispuestos en las paredes en tres hileras sobrepuestas, y tienen 0.67 metros de ancho por 0.80 de alto por 2 metros de profundidad. Se tapiaban con ladrillos o con lápidas de mármol, en la que se ponían inscripciones o bajo relieves. No obstante las buenas condiciones del local, pronto se vició su atmósfera, condición que determinó su clausura en 1874. El 24 de noviembre de 1877 una comisión de doctores comenzó a estudiar las causas del problema en la Galería de Tobías, realizando variados análisis químico-bacteriológicos del aire. La investigación reveló lo inconveniente de este tipo de inhumación en la zona, y por una Real Orden de 27 de noviembre de 1878 quedaba prohibido el enterramiento en nicho en el Cementerio de Colón.
El primer Director Facultativo del cementerio, Calixto de Loira, fue inhumado en esta galería, descansando sus restos, durante muchos años, en el primer nicho de la tercera hilera entrando por la puerta Este; y en el último nicho de esa misma hilera, se depositaron los de Félix de Azúa, que lo sucedió en el cargo.
Las tipologías arquitectónicas funerarias son: bóvedas, osarios, panteones, capillas, mausoleos y memoriales; aunque también se consideran obras arquitectónicas aquellos monumentos cuya función no es propiamente necrológica, sino simbólica, como la Portada Norte del cementerio.
Las bóvedas y panteones con osarios fueron las primeras tipologías escogidas por las familias adineradas para materializar su deseo de perpetuarse eternamente en la memoria.
Las construcciones privadas más antiguas, muchas de las cuales se conservan actualmente, son las llamadas falsas bóvedas. Consisten en un muro de ladrillos o mampuesto que, con una altura no mayor de 30 centímetros, bordeaban el área donde se había realizado una inhumación.
El material predominante en el cementerio es el mármol blanco, procedente sobre todo de Carrara . A este se unen otras variedades de la piedra, como el mármol de Brechia, de Tenesse, de Georgia, etc., y algunas variantes del mármol cubano. Igualmente se utilizó el granito, piedra extremadamente dura y resistente al tiempo, que se presta a la sobriedad requerida y ofrece la gama de su colorido, desde el negro y el gris hasta el marrón, el rojo y el rosado. Por su procedencia, es posible identificar diferentes tipos de granito (noruego, sueco, etc.).
Materiales menos costosos como el granito artificial, las piedras calizas, las pizarras y la cerámica, también están presentes; mientras que el bronce, el hierro, la madera o el vidrio sirven como elementos accesorios.
Como toda ciudad funeraria, el cementerio “Cristóbal Colón” cuenta con aquellas manifestaciones que caracterizan al arte de la urbanística: arquitectura, escultura, artes decorativas, jardinería y trazado vial. Todas estas manifestaciones forman un conjunto ecléctico por su gran variedad de estilos y formas en el conjunto construido.
Dentro de un amplísimo repertorio se encuentran las obras realizadas en las llamadas Casas Marmoleras, talleres dedicados tanto a la importación de mármol para la construcción, como a la elaboración de obras de arte con este material. Después de construido el cementerio de Espada, las Casas Marmoleras se iniciaron en el terreno del arte funerario. Las lápidas de este recinto, creadas para cerrar los nichos, son las primeras obras de carácter funerario producidas en La Habana. Eran piezas seriadas y por tanto anónimas, en las que solo aparecen inscritos los nombres del jefe del taller y la dirección donde estaba situado. Cuando se abrió el Cementerio de Colón estos talleres extendieron sus actividades a otras manifestaciones, como las artes decorativas y la escultura.
Igualmente destacan en el cementerio las creaciones individuales, como las esculturas del cubano José Vilalta Saavedra, máximo exponente de la variante académica de esa manifestación en los años finales del siglo XIX y primeros del XX.
Al irrumpir las vanguardias en el panorama de las artes plásticas cubanas, muchos creadores como Florencio Gelabert, Juan José Sicre, Rita Longa, Teodoro Ramos Blanco, Fernando Boada, etc., dejaron su impronta en la necrópolis.
Gestión y promoción sociocultural
Más allá del imponente símbolo de quietud y paz eterna del lugar, los mármoles exhiben y guardan el patrimonio más invaluable de toda nación: el hombre. A partir de 1990, como parte del trabajo de revalorización cultural de la necrópolis, fue creado el Grupo de Historia y Conservación de la NCC. Dirigido por una Especialista en Estudios culturales y conformado por museólogos, historiadores, arquitectos, restauradores y conservadores su misión fundamental hasta la actualidad es estudiar, promover y ampliar el perfil valorativo y funcional de la necrópolis, visibilizando su funcionalidad también como exponente sociocultural. Su aporte como espacio didáctico combina el atractivo estético y su la diversidad de su patrimonio con el conocimiento de la historia, el arte, la cultura y el desarrollo de la sociedad. El trabajo sociocultural va dirigido al público nacional y extranjero, en este último aprovechando el interés que suscita la temática de la cultura funeraria y el espacio en sí mismo, como producto turístico generador de divisas dentro del marco internacional.
Servicios de la Necrópolis
Servicios especializados de la actividad necrológica (inhumación – exhumación – traslados).
Incineración de restos óseos.
Servicios religiosos (responsos y misas), venta de revistas especializadas, artículos carácter religioso.
Asesoría para trámites referentes a la propiedad cementerial.
Asesoría Técnica Arquitectura y Restauración – Conservación.
Archivo: atención al público de 8.00 am a 12.00 m de lunes a viernes.
Otros servicios
Visitas especializadas, dirigidas, servicios de Archivo histórico – documental digital (previa concertación).
Copia en soportes USB de información digital dirigida a estudiantes e investigadores sobre la temática cementerial.
Conferencias y conversatorios en instituciones docentes y laborales (previa concertación).
Uno de los Epitafios más hermosos de la Necrópolis está escrito sobre la tumba de dos seres buenos que se profesaban un amor, que trascendió más allá de la muerte. Dice así:
"Bondadoso caminante, abstrae tu mente del ingrato mundo unos momentos, y dedica un pensamiento de amor y paz a estos dos seres a quienes el destino tronchó su felicidad terrenal y cuyos restos mortales reposan para siempre en esta sepultura, cumpliendo un sagrado juramento te damos las gracias desde lo eterno:"Margarita y Modesto".
Cuentan los sepultureros más viejos, que Margarita fue la primera en morir. Modesto, durante años iba día tras día, vestido con elegante traje negro, para dedicarle a su amada un concierto de violín que duraba horas y horas, tal parecía que la música del instrumento, sino del corazón mismo del anciano…