Para los amantes del arte y la literatura…
Unos amigos del grupo mencionan a esta poetisa cubana que quizás algunos no la conocen, sobre todo los más jóvenes…
Juana Borrero, es considerada una niña prodigio y posiblemente por eso fue la artista más precoz de Cuba en el siglo XIX… una de las más grandes representantes del modernismo poético hispano-americano. Nace en Santos Suarez en 1877 y muere en Cayo Hueso, Florida en 1896.
A los siete años escribe su primer poema, y comienza a recibir clases de dibujo, ingresando en la Academia de Bellas Artes de San Alejandro donde contó entre sus maestros al gran pintor cubano Armando Menocal. En 1891 publica en el más importante seminario de la ciudad La Habana Elegante su poema: «Vespertino».
Aunque es poca su producción pictórica, forma parte importante de la etapa del academicismo en la pintura cubana. Los Pilluelos y Las Niñas están expuestos en el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba.
Como poetisa, fue considerada una niña prodigio. Su padre, Esteban Borrero, fue un poeta y escritor de cuentos; su hermana, Dulce María Borrero, se destacó en poesía y prosa. Por consiguiente, Juana creció en una atmósfera artística y literaria, en medio de reuniones y círculos literarios al cual concurrían otros escritores como Carlos Pío Uhrbach, así como Julián del Casal.
En 1892 viajó a Nueva York, donde conoció a Martí al que impresionó gratamente. Extraordinario caso de precocidad literaria, a los doce años escribió los sonetos «Las hijas del Ran y Apolo».
Poco antes de morir de tuberculosis en el exilio, con apenas 18 años, Juana Borrero dictó, casi sin fuerzas desde la cama y a su hermana, su último poema, titulado así:
“Última rima”:
Yo he soñado en mis lúgubres noches, en mis noches tristes de penas y lágrimas, con un beso de amor imposible sin sed y sin fuego, sin fiebre y sin ansias.
Yo no quiero el deleite que enerva,
el deleite jadeante que abrasa,
y me causan hastío infinito
los labios sensuales que besan y manchan.
Oh, mi amado!, ¡mi amado imposible!
Mi novio soñado de dulce mirada,
cuando tú con tus labios me beses,
bésame sin fuego, sin fiebre y sin ansias.
Dame el beso soñado en mis noches, en mis noches tristes de penas y lágrimas, que me deje una estrella en los labios y un tenue perfume de nardo en el alma.