PAULINA ÁLVAREZ.
La insustituible y majestuosa Emperatriz del danzonete…
Por. Henry Puente.
Tal vez si usted escucha el nombre de Raimunda Paula Peña Álvarez por un momento quede descolocado, pero si le mencionan a Paulina Álvarez unido al inseparable calificativo de Emperatriz del danzonete, quizás reconozca enseguida a la intérprete de Rompiendo la rutina, pieza que le valió tanta fama a quien viera la luz hace 119 años.
La calle San Luis, próxima al Teatro Tomás Terry, en la provincia de Cienfuegos, la vio nacer el 29 de junio de 1912 y desde pequeña se interesó por la música, para la cual tenía un talento innato, y es por este motivo que su madre y hermanos decidieron trasladarse hacia La Habana con el fin brindarle a Paulina los recursos necesarios y ayudarla a alcanzar sus sueños de convertirse en cantante.
Una vez en la capital, en el Conservatorio Municipal de Música, en la actualidad Amadeo Roldán, estudió teoría, solfeo, piano, guitarra y canto, con el objetivo de perfeccionar sus habilidades naturales.
A sus 19 años Paulina ya formaba parte de la Orquesta Elegante, dirigida por Edelmiro Pérez, y con esta tuvo la oportunidad de presentarse en emisoras de radio como CMQ, fiestas de sociedades de españoles residentes en Cuba, además de los escenarios de los teatros más populares de principios de la década de 1930.
Pero no solo cultivó el danzonete, esa mezcla entre el danzón y el son creada por Aniceto Díaz en Matanzas, sino que su aptitud y su brillante voz le permitieron incursionar victoriosamente en otros géneros como la guaracha, la rumba, el bolero, incluso, el cha cha chá.
Esa versatilidad para defender diversas sonoridades y su preparación musical le abrieron las puertas de algunas de las más notorias agrupaciones del siglo XX, tal es el caso de la Orquesta Elegante, las de Neno González, Cheo Belén Puig y Ernesto Muñoz, entre otras.
Ya en el año 1938, Paulina fundó y lideró su propia orquesta, integrada solo por hombres, todos relevantes defensores de la música cubana, como su esposo Luis Armando Ortega junto a Manolo Morales, Everardo Ordaz, Rodolfo O’Farrill y Gustavo Tamayo.
Una segunda agrupación tuvo a su cargo la Emperatriz en la década de 1940, nuevamente acompañada por su compañero en la vida Luis Armando Ortega, pero está vez con nuevas figuras como Ovidio Pérez, José Antonio Fajardo, Rubén González, Gonzalo Vergara, Oliverio Valdés y Eladio Vergara.
Temas famosos en su voz como, Campanitas de cristal, No vale la pena, Ritmo pa´mi, Lágrimas negras, Mujer divina, entre otros, engrosan la larga lista de composiciones de disímiles sonoridades a las que la cienfueguera imprimió su sello particular.
Por la elegancia, la originalidad y la altivez en cada una de sus interpretaciones Paulina se ganó el cariño de sus seguidores, además del apelativo de Emperatriz del danzonete, adjudicado por el locutor Rafael Ruiz del Viso.
El Cabaret Tropicana y los teatros Campoamor, Nacional, Payret y Martí fueron algunos de los escenarios que vieron a Paulina hacer gala de sus aptitudes. Por su meritoria trayectoria artística obtuvo el Premio al Mérito en 1957, otorgado por Unión Sindical de Músicos de Cuba.
Paulina Álvarez se presentó por última vez en público en el programa televisivo Música y Estrellas, donde compartió con la emblemática Orquesta Aragón, en la interpretación de la canción Pena, y culminó su actuación cantando Lágrimas negras, a dúo con el famoso Barbarito Diez.
Compartió también con grandes defensores de la música criolla, desde Rosita Fornés, Olga Guillot, Celia Cruz, Rosendo Rosell, Blanca Rosa Gil, Leopoldo Fernández hasta Benny Moré y su Banda Gigante, las orquestas Sensación, Sublime y Melodías del 40.
Posteriormente, también lo haría en estelares programas televisivos durante la década del 60, junto a las más famosas figuras del momento como, Martha Strada, Luisa María Güell, Elena Burke, el cuarteto de Meme Solís, Georgia Gálvez, Pilar Moráguez, Las D’ Aida, Los Zafiros etc.
Corta fue la vida de Paulina, ya que falleció con 53 años, de una mortal enfermedad, el 22 de julio de 1965, pero tuvo una prolífera trayectoria, cosechó grandes éxitos que la han hecho permanecer en el corazón y la memoria de todos los cubanos en general, gracias a sus excelentes facultades como vocalista y a su constancia.
Lo cierto es que, pese a los años transcurridos, el recuerdo de Paulina perdura, su afinada voz entonando “Danzonete, danzonete, yo quiero bailar contigo al compás del danzonete”, aún se escucha en algunos programas de la radio dedicados a relevantes intérpretes de la música cubana.
Una Bar-Café lleva su nombre en la ciudad que la vio nacer, Cienfuegos, hace 119 años atrás, para que las nuevas generaciones se acerquen a esa dama grácil, de porte refinado, conocida como la insustituible Emperatriz del danzonete…