¿ Por qué el nombre de «Arroz con pollo a La Chorrera»?
Ciertamente, que al leer u oír el tentador nombre de «Arroz con pollo a La Chorrera, tal calificativo es asociado con algo que está mojado o «chorrea» , lo cual no es del todo equivocado.
Algunas elaboraciones a base de arroces que conforman la cocina cubana tradicional mantienen la influencia de la cocina española, que como en la famosa paella, los granos de arroz quedan asopados.
Esta particularidad resulta más marcada para el gusto criollo, cuya preferencia se inclina más hacia el arroz desgranado, bien cocinado y «suelto».
Pero en fin, ¿por qué el nombre?
Pues bien, en la actual intersección del malecón habanero con la calle 22 de la barriada de El Vedado se encuentra desde 1646 el Fuerte de «Santa Dorotea de la Luna de La Chorrera» , que junto con el torreón de Cojímar, ubicado más hacia el Este de la capital cubana, formaba parte del sistema defensivo del litoral norte de la entonces villa de San Cristóbal de La Habana.
Su localización aledaña a la desembocadura del río Almendares surgió para evitar que naves enemigas a la Corona Española pudieran abastecerse de agua dulce.
En 1762, al ocurrir la toma de La Habana por los ingleses, el fuerte quedó destruido y de la forma redonda que originalmente tenía, se modificó a su estructura de cuadrilátero que hoy mantiene.
A uno de sus lados, en las últimas décadas del siglo XIX se edificó en madera un restaurante llamado «Arana», propiedad de un andaluz apellidado Arana, cuyas especialidades gastronómicas fueron, precisamente, el arroz con pollo a la Chorrera –aprovechando el nombre del cercano Torreón – y también el bacalao a la vizcaína.
Dicho establecimiento fue posteriormente remodelado y convertido en el «Hotel La Mar» , entonces de mampostería y tejas, como aparece desde 1880, donde concluían las procesiones y romerías en honor a la virgen del Carmen, que partían desde la cercana Iglesia de El Carmelo, siendo asimismo lugar de reunión y esparcimiento de la oficialidad española.
A finales de los años 20, surge en el lugar una residencia llamada “Villa Miramar”, arrendada y adquirida finalmente en la década del 50 por la familia Currais, la cual asumió la restauración de la edificación para convertirla en sucursal de «La Zaragozana» bajo el nombre de «1830» , fecha en que precisamente se fundó el primer establecimiento que siguió ofertando el arroz como especialidad.