¿Pudo José Martí simpatizar con el comunismo?
¿Por qué especular sobre si José Martí simpatizaría con el comunismo o con el socialismo?
Cuando un turista llega a Cuba podrá aterrizar en el aeropuerto José Martí y luego puede visitar la ex Plaza Cívica, hoy Plaza de la Revolución, donde verá el monumento a Martí compartiendo plaza con la imagen del Che y de Camilo Cienfuegos. Podrá asumir incorrectamente que Martí fue el autor intelectual del ataque al Cuartel Moncada si visita Santiago de Cuba y al ver la tumba de Martí cerca del seboruco de Fidel Castro también podrá asumir que Martí y Castro eran de ideas revolucionarias y por tanto, marxistas.
El catecismo del Partido Comunista de Cuba identifica la revolución como martiana y marxista aunque la Constitución de 1976 eliminó a Martí a favor de Lenin.
Fidel Castro otorgó la Orden Nacional José Martí a tan renombrados asesinos como Saddam Hussein, Nicolae Ceausescu, Kim-Il-Sum, Janos Kadar y otros.
Es por ello que estamos en la obligación de estudiar el pensamiento martiano al respecto.
Martí fue contemporáneo de Karl Marx y de la naciente doctrina marxista, pero murió en 1895, antes de los crímenes del primer estado comunista, el ruso, en 1917.
José Martí escribió en New York en 1883: “Karl Marx ha muerto. Como se puso del lado de los débiles, merece honor. Pero no hace bien el que señala el daño, y arde en ansias generosas de ponerle remedio, sino el que enseña remedio blando al daño”.
Martí no pudo simpatizar con el socialismo ni con el comunismo pues amaba la libertad y la propiedad privada y se oponía al totalitarismo y la arbitrariedad. Martí temía la concentración del poder político y económico en un grupo de personas que por naturaleza humana tendrían privilegios que abusarían al tener en sus manos la distribución de las riquezas.
“El hombre ama la libertad, aunque no sepa que la ama, y anda empujado de ella y huyendo.”
“Siempre es desgracia para la libertad que la libertad sea un partido”.
“La tiranía es una misma en sus varias formas, aun cuando se vista en algunas de ellas de nombres hermosos y de hechos grandes”.
Karl Marx escribió en el Manifiesto Comunista: “La historia de toda sociedad jerarquizada existente es la historia de la lucha de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señor y siervo, amo del gremio y oficial — en una palabra, opresor y oprimido — estuvieron en constante enfrentamiento, desarrollado en una lucha ininterrumpida, ahora escondida, ahora abierta; una lucha que siempre terminó en una reconstitución revolucionaria de la sociedad o en la ruina común de las clases contendientes”.
Pero Martí escribió: “El derecho del obrero no puede ser nunca el odio al capital: es la armonía, la conciliación, el acercamiento común de uno y de otro”. Y: “Es rica una nación que cuenta con muchos pequeños propietarios”. “Una Constitución es una ley viva y práctica que no puede construirse con elementos ideológicos” “La propiedad conserva los Estados”.
Martí advirtió: “Dos peligros tiene la idea socialista, como tantas otras, el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, y el de la soberbia y la rabia disimulada de los ambiciosos, que para ir levantándose en el mundo, empiezan por fingirse, para tener hombros en que alzarse como frenéticos defensores de los desamparados”.
De esos peligros escribió Martí en “La Futura Esclavitud” (La América, New York, abril de 1884), comentando sobre el tratado de igual nombre de Robert Spencer: “Todo el poder que iría adquiriendo la casta de funcionarios, ligados por la necesidad de mantenerse en una ocupación privilegiada y pingüe, lo iría perdiendo el pueblo que no tiene las mismas razones de complicidad en esperanza y provechos, para hacer frente a los funcionarios enlazados por intereses comunes. Como todas las necesidades públicas vendrían a ser satisfechas por el estado, adquirirían los funcionarios entonces la influencia enorme que naturalmente viene a los que distribuyen algún derecho o beneficio. El hombre que quiere ahora que el estado cuide de él para no tener que cuidar él de sí, tendría que trabajar entonces en la medida, por el tiempo y en la labor que pudiése el estado asignarle, puesto que a éste, sobre quien caerían todos los deberes, se darían naturalmente todas las facilidades necesarias para recabar los medios de cumplir aquéllas.
De ser siervo de sí mismo, pasaría el hombre a ser siervo del estado. De ser esclavo de los capitalistas, como se llama ahora, iría a ser esclavo de los funcionarios. Esclavo es todo aquél que trabaja para otro que tiene dominio sobre él, y en ése sistema socialista dominaría la comunidad del hombre, que a la comunidad entregaría todo su trabajo. Y como los funcionarios son seres humanos y por tanto abusadores, soberbios, ambiciosos y en esa organización tendrían gran poder, apoyadas por todos los que aprovechan o esperaron aprovechar de los abusos y por aquellas fuerzas viles que siempre compra entre los oprimidos, el terror, prestigio o habilidad de los que mandan, este sistema de distribución oficial del trabajo común llegaría a sufrir en poco tiempo los quebrantos, violencias hurtos y tergiversaciones que el espíritu de individualidad, la autoridad y osadía del genio y las astucias del vicio originan pronta y fatalmente en toda organización humana… El funcionario autocrático, abusará de la plebe, cansada y trabajadora. Lamentablemente será y generará la servidumbre”.
Martí escribió que el pragmatismo laboral americano era superior a las ideas europeas de la época: “La conquista del porvenir ha de hacerse con manos blancas. Más cauto fuera el trabajador de los Estados Unidos si no le vertieran en el oído sus heces de odio los más apenados y coléricos de Europa. Alemanes, franceses y rusos guían estas jornadas. El americano tiende a resolver en sus reuniones el caso concreto y los de allende a subirlo al abstracto. En los de acá, el buen sentido y el haber nacido en cuna libre, dificulta el paso a la cólera. En los de allá, la excita y mueve a estallar, porque la sofoca y la concentra la esclavitud prolongada”.
Martí rechazó las premisas que sustentan la teoría de Marx. Martí creía en la concordia de las clases sociales, no en la lucha de clases.
La economía y las relaciones de producción eran para Marx el factor determinante en la vida del hombre. Esto era absurdo para Martí. En los escritos de Martí, la palabra “economía” sólo se encuentra 14 veces mientras que “libertad”, aparece 346 veces.
De no haber estado informado sobre el socialismo no se le puede acusar a Martí. Desde 1852 hubo un partido comunista en Estados Unidos, fundado por el alemán Joseph Weydemeyer. Había en 1886, 34 publicaciones socialistas (5 diarios) en EE.UU. Y Martí era un lector prolífico.
Lo que más le chocaba Martí de los esquemas socialistas se sintetiza en 4 puntos: (1) la demagogia enmascarada de su liderazgo, utilizando diatribas hipócritas para engatusar a los pobres y alcanzar el poder político; (2) el precio social y cultural de subordinar al individuo a un colectivo; (3) la fomentación de un Estado cíclope, burocrático e invasor; (4) y el atropello a la libertad para implantar esas ideas “confusas”.
La crítica de aspectos de la sociedad norteamericana en una época no significa necesariamente que sentía desdén por ella. El llamar a los EE.UU, la “… sociedad más libre y grande en la Tierra”, descalifica a Martí de antiamericano a pesar de su famosa frase: “Viví en el monstruo y le conozco las entrañas.”
Martí vivió la mitad de su vida en EE.UU., allí trabajó de traductor y organizó el Partido Revolucionario Cubano.
Martí entendía que la democracia en EE.UU. era un fenómeno imperfecto pero perfectible. El crecimiento económico impresionante que el capitalismo y la Revolución Industrial evidenció en el siglo XIX en EE.UU., trajo como era lógico problemas de adaptación social, dado la magnitud del proceso. Martí observó eso y sugirió avenidas de un mejoramiento sistémico, pero nunca abogó, ni siquiera implícitamente, por su desmantelamiento y sustitución con el delirio socialista.
Es aún más escandaloso cuando los que hacen aseveraciones falsas para intentar conectar a Martí con el marxismo, ocultan aserciones que plasman la admiración de Martí por EE.UU.
Casi todos los exiliados cubanos que vivimos en EE.UU. tenemos una actitud ambivalente hacia el país que nos dio acogida pero que ha actuado y actúa frustrando las actividades de rebelión que pudieran dar al traste con la dictadura comunista. Pero esto dista mucho de no apreciar la grandeza de este país, tal como es evidente que Martí la reconoció.
Es pues la responsabilidad de todo cubano que pueda contrarrestar la propaganda comunista que lo haga para que no prosiga el engaño de los dictadores de Cuba que se aprovechan de los recursos del estado para promover la mentira y confundir patriotismo con comunismo y a Marx con Martí.
Tomado de: http://www.facecuba.org/