Qué alegría: Mayor General!!!
Fueron casi hasta el arroyuelo, situado en un bajío que llegaba hasta el monte cercano, para hablar sin que los oyera Martí. “Nos permites a nosotros solos?” le había preguntado Gómez, y él sabía que era más una orden, que una solicitud. No sabía nada el Apóstol, porque toda su grandeza y genialidad se compaginaban siempre de una gran humildad personal y creencia en que las demás personas se preocupaban por él.
Todo estaba relativamente tranquilo: habían comido puerco guisado con malanga y plátano, acompañado de bebida refrescante; pero eso podría terminar en un segundo, y triste se preocupó, porque siendo el líder indiscutido de la revolución no quería que los jefes militares lo dejaran de lado en las decisiones o los peligros; pero esperó, disciplinado y moviéndose inquieto, pensando en lo que se estaba urdiendo a unos metros de él.
Después subió Ángel Guerra –siempre un ángel en su camino- indicándole que lo acompañara hasta el platanal que daba sombra y frescor, y con el silencio profundo de quienes respetan mucho a quien habla, en este caso Máximo Gómez, y con la expectativa de quien va a ser testigo de algo importante y quizás solemne, escucha atento que el Consejo de Jefes que el Generalísimo preside ha decidido, aparte de respetar su condición de Delegado del PRC, nombrarlo Mayor General del Ejército Libertador. ¡! Qué alegría!!
Emocionado Martí abraza a todos, el primero Gómez, que circunspecto pero con la procesión por dentro no quiso premiar gratuitamente, sino que pensaba que ese era el mejor modo de que Martí hablara, en el campo de batalla, con los demás militares de cualquier jerarquía. No era tampoco la gloria lo que asumía Martí, sino el reconocimiento de quien era el mayor genio militar de todos los tiempos y quien ya lo entendía perfectamente.
Compartido por Juan García
Publicación de Rodolfo Pérez Amaro