¿Sabias Que? Los dos últimos generales mambises, el Gobierno de Fidel Castro no les tributó los honores correspondientes a su trayectoria patriótica y jerarquía militar. Con poco más de un mes de diferencia, ya en tiempos de Fidel Castro, murieron en La Habana los dos últimos generales mambises, y ninguno recibió los honores militares que le correspondían.
1963 empezó mal: el 6 de enero fallecía el general de brigada Carlos Gabriel García Luna y Vélez Cabrera (nacido el 29 de abril de 1867 en el Tejar de Santa Rita, Jiguaní, Oriente), hijo del mayor general Calixto Ramón García Íñiguez, a los 95 años. Poco después, el 10 de febrero, moría el también general de brigada del Ejército Libertador Enrique Loynaz del Castillo (quien vino al mundo el 5 de junio de 1871, en Puerto Plata, República Dominicana), con 91 años. Con ellos se iba todo un tiempo de heroísmo y valentía ciudadana.
A ninguno de ellos se le tributaron los honores correspondientes a su trayectoria patriótica y su alta jerarquía militar. El nuevo «Gobierno revolucionario» pasaba cuenta así a dos viejos luchadores que no aplaudieron los «nuevos tiempos», y de esta forma infringía además un agravio no solo a sus familiares, sino a sus compatriotas.
Cinco años después, nada menos que en La Demajagua, con gran cinismo, el dictador insular se autonombraría «heredero directo de los mambises»: «Ellos hoy serían como nosotros; nosotros, ayer, seríamos como ellos». Y remachó diciendo que aquella gesta independentista iniciada en ese mismo sitio el 10 de octubre hacía un siglo, culminaba con la suya propia: él había alcanzado lo que aquellos no pudieron.
Cien años de lucha por la libertad, que se coronaban con una dictadura comunista unipersonal: hicieron bien los dos generales en morirse antes de escuchar esto.
García Vélez había alcanzado el rango de general de brigada por méritos propios, no por ser «hijo de su padre», muy distinto a los militarotes de hoy en la Isla. Cuando casi al final de la guerra Calixto García le presentó la lista de ascensos al generalísimo Máximo Gómez, este advirtió que en la relación no estaba su hijo y se lo reclamó. La respuesta de Calixto fue directa y rotunda: «Yo no asciendo a mi hijo». Entonces, de su propia mano, Gómez agregó el nombre del oficial y este fue promovido.
En su larga y azarosa vida, García Vélez fue mensajero de la Western Union Telegraph Company, pianista profesional y, sobre todo, un gran dentista: fundó en Madrid la segunda revista especializada en odontología más antigua de Europa. Fue el primer ministro plenipotenciario de la República de Cuba ante el Gobierno de México, de 1902 a 1906 (ya como embajador lo sería más tarde), en correspondencia con el envío del representante azteca, Gilberto Crespo Martínez.
Ocupó también las embajadas cubanas en Londres y Washington, con brillante y honroso desempeño. Fue además el líder del Movimiento de Veteranos y Patriotas que demandó el adecentamiento de la vida republicana en oposición a los gobiernos republicanos corrompidos, y una figura de ejemplar conducta ciudadana hasta su último suspiro. Todavía se encuentra inédito su Diario, depositado en su Casa Museo de Holguín, donde es consultado por algunos investigadores: este debe editarse, así como se hizo con el Diario de campaña de Carlos Manuel de Céspedes.
Murió solo, pues su hijo que lo cuidaba tuvo que huir de Cuba perseguido por el nuevo Gobierno. (No he encontrado mucha información sobre él, pero según he podido indagar, Carlos García Vélez Martínez Ybor fue más tarde un prominente miembro de la comunidad cubana en EEUU y vicepresidente del First Federal Savings & Loan Association of Miami, ciudad donde falleció en 10 de marzo de 2004 a los 97 años de edad. Agradeceré cualquier otro dato sobre este personaje.) El anciano venerable, quien poco antes había perdido a su esposa, ya no pudo resistir este último golpe en su muy larga vida. Calladamente y en la sombra del olvido, se iba del mundo el hijo del «León de Holguín», quien ocupara el cargo de lugarteniente general del Ejército Libertador a la muerte de Antonio Maceo.
El general de brigada Loynaz del Castillo no murió solo, pero sí apartado, no por su avanzada edad —pues conservó lucidez y energías hasta su último suspiro— sino por no haber prestado su nombre y prestigio a las nuevas autoridades impuestas. Tenía varios hijos que le sobrevivieron: Dulce María, Enrique, Carlos Manuel y Flor, de su primer matrimonio con María de las Mercedes Muñoz Sañudo, una rica heredera criolla, y otros de sus matrimonios y uniones siguientes.
Loynaz del Castillo también escribió un Diario de campaña que después de muchas e ingratas gestiones, gracias al empeño de su hija Dulce María quien lo transcribió amorosa y cuidadosamente, y al apoyo decisivo de la entonces funcionaria Lucía Sardiñas, pudo por fin publicarse, cumpliendo así el anhelo supremo de la Premio Miguel de Cervantes: «Ese es el mayor triunfo y la alegría más grande de mi vida», me escribió en una carta.
Loynaz fue el autor del «Himno de la Invasión a Occidente», que fuera considerado como el otro canto republicano junto con el «Himno de Bayamo», de Perucho Figueredo. Este sirvió como aliento musical en la Guerra de los Diez Años, y aquel en la Guerra de Independencia. De hecho, se consideraba el himno de Loynaz como la tonada oficial del Ejército Nacional de Cuba.
Dos robles gloriosos de la lucha por la independencia cubana, no tuvieron al partir de este mundo siquiera el reconocimiento debido a sus ejecutorias, pues los incluyeron en el proceso de reescritura de la historia que hoy continúa desarrollándose desde el Gobierno y a través de sus amanuenses, que necesitaba y reclamaba suprimir la difusión de la verdadera trayectoria de un país joven, a través de las vicisitudes de su búsqueda de la libertad.
A ellos se agregarían pronto muchos más, sobre todo con la progresiva adulteración del pensamiento martiano y su amoldamiento a las necesidades del régimen, lo cual se extendería a otros patriotas insulares.
Algún día, en una futura Cuba democrática con ejercicio pleno de las libertades ciudadanas, habrá que reparar esa injuria cometida contra esos dos grandes patricios, los últimos generales mambises, para que reciban finalmente, aunque a destiempo, el homenaje debido a sus vidas ejemplares al servicio de la patria. A ellos y a muchos más.
Publicación de ALEJANDRO GONZÁLEZ ACOSTA
Ciudad de México 26 Ene 2020 – 13:14 CET
Fuente: https://diariodecuba.com/cuba/1580040856_8936.html