InicioTodoSu verdadero nombre: EL TRANSFORMISTA MÁS FAMOSO DE CUBA, QUIÉN CANTABA BAILAB

Su verdadero nombre: EL TRANSFORMISTA MÁS FAMOSO DE CUBA, QUIÉN CANTABA BAILAB

Su verdadero nombre:

EL TRANSFORMISTA MÁS FAMOSO DE CUBA, QUIÉN CANTABA BAILABA Y GRABÓ UN DISCOS CON SU PROPIA VOZ DE SOPRANO.

Por. Henry Puente.

Uno de los discos más curiosos de la Colección Gladys Palmera es el long-play «Pruébame» del transformista cubano Musmé, un vinilo intimista y de edición casi confidencial grabado para su distribución directa en el «Tijuana Cat», un bar musical neoyorquino, está joya es la única producción, que yo conozca, realizada en vinilo por un transexual cubano, que brinda la oportunidad de volver sobre la escena de un travesti en la Cuba antes de la Revolución Socialista y en particular sobre el recorrido de Julio Chang, alias Musmé, dentro de los cabarets de La Habana.

La ciudad entera recorrió Julio Chang durante más de veinte años con el único y persistente propósito de ser quien quería ser, no hubo distancia que lo detuviera, lo mismo se dirigía al corazón de La Habana Vieja, a la Playa de Marianao o al barrio del Vedado, salía cada día desde aquel solar que era su vivienda, situado en las calles entre Salud y Escobar, en el Barrio Chino habanero, donde residía junto a sus dos hermanas, unas lindas chinas cubanas, y algún sobrino, pero sentía que el futuro no estaba allí, al menos él no lo veía reducido a aquel espacio empobrecido, ni tampoco delante de aquella mesa elemental donde vendía ostiones todos los días en la puerta del bar Capitolio, en la asiática calle habanera de Zanja.

En el lugar que Chang pernoctaba, aún niño, era tratado con respeto, más tarde eso continuaría de ese modo, lo apreciaban, ende a su profesión, como el hombre trabajador que era, pero sus sueños andaban muy lejos de allí, Chang anhelaba la decisión de ser lo que quería ser, aquel chino delgado, medio bajo de estatura y sin mucho atractivo aparente que agradecer a la naturaleza, vestido impecable, eso sí, a la moda masculina con sus pantalones muy por encima de la cintura, pero sin llamar demasiado la atención, quedaría deslumbrado al entrar por la puerta de empleados a cualquiera de los cabarets, porque ese era siempre su destino final, para dar paso a un ser fabuloso e increíble, en la meticulosa construcción de la imagen de ese otro yo que terminó superándolo definitivamente, ahí estuvo el mayor triunfo de Julio Chang, la paciencia y perseverancia que, con fama bien ganada, se adjudica a quienes nacieron o provienen del Lejano Oriente, fueron sin duda valores añadidos que le sirvieron al chino cubano para rozar la perfección en el diseño y construcción de Madame Musmé, como se llamó inicialmente su personaje construido o alter ego soñado, para en poco tiempo ser simplemente Musmé.

Con ese nombre trascendería después el más famoso transformista cubano de aquella época. Y que conste, no fue solo por el aspecto externo o la imagen coneguida, lo que más tarde lo convertiría en el suceso Musmé que revolucionó una Habana nocturna, sino porque, él o ella, pondría la competencia altísima para el resto de sus colegas de aquellos años 50 en La Habana, Musmé cantaba con su propia voz, con unas cuerdas vocales privilegiadas que le aseguraban una tesitura de soprano ligera, pero que clasificaba también en rigor musical lo que podría definirse como contratenor, el artista podía con facilidad impostar la voz e imitar a una contralto, esforzándose por dotar de extrema femineidad su cantar, adentrándose en exhibir con su sola voz las canciones más famosas, los boleros más encendidos, y lo más espectacular de todo ¡ LO LOGRABA CON CRECES !

La perfección que, según los testimonios de quienes lo vieron actuar, había alcanzado Musmé ya en la segunda mitad de los 50, no era otra cosa que la síntesis y culminación de un proceso en que el transformismo salía a cara descubierta para reafirmarse como polémica manifestación de arte escénico, no exento de competitividad y rivalidades. Sus antecedentes en Cuba hay que buscarlos, probablemente, en las primeras décadas del siglo XX con el teatro bufo o vernáculo, con otros espectáculos de variedades en teatros de mala reputación y peor vistos, y hasta en las fiestas populares, como los carnavales, con la peculiaridad que, siempre en mayoría, eran hombres que se travestían en mujeres, en ocasiones en grotesca y hasta humorística transformación genérica, y en otras, ocultando tras la perfección del disfrasz su verdadera identidad, como se dice ocurrió con más de una corista o modelo de los cabarets Montmartre y Sans Soucí.

Hay noticias de la presencia de transformistas cubanos actuando fuera de Cuba en los tempranos 50, como son los casos de René del Río, Mayland y Carlos “Bobby” de Castro, algunos se presentaban con éxito, según la revista Show, en el Club 82 en el sur de Manhattan, otro cubano, actuaba bajo el nombre de San Germán también en Nueva York y en ciudades de Canadá, pero no es hasta la segunda mitad de los años 50 que muchos cabarets habaneros, no de los más afamados precisamente, sino los clasificados como de segunda, sin llegar a ser antros o tugurios, abren sus pistas a los transformistas. Un vistazo a la prensa del espectáculo de aquellos años lo confirma, a partir de 1954 René del Río y Omar Ferrán se presentarían en el Cabaret Colonial donde este último hacía furor cantando con su propia voz «Flor de Yumurí», «El Soldado de Chocolate» o «Soledad», y más tarde cantando de arriba abajo el repertorio de las famosas Sara Montiel y Rosita Fornés, Rubén Duval actuaban en el Women Club, de la barriada de Luyanó. En el cabaret Tropi-Ranch se inaugura incluyendo en su elenco al transformista Adrián, quien también actuaría en las noches de apertura del night-club «Blue Moon» en las calles Santa Marta y Franco en el barrio habanero de El Pontón, Jilkana (o Gil Cana aka Otto Pérez), quien se hacía llamar el transformista-rumbero, notable por sus llamativos vestuarios, bailaba (no muy bien) y doblaba a cantantes conocidas en los pequeños club en las afueras de La Habana en «Fiesta Club», «Bolero Bar», «Panchín». En la Playa de Marianao, se anunciaba a una enigmática Madame Pompadour. Todo esto ocurría ya casi al finalizar la década de los 50. Algunos cabarets llegaron a contratar a transformistas extranjeros, como la bella mexicana Shalimar, la venezolana Liu Mitsouko, y la que más alto llegó, la danesa nacionalizada estadounidense Christine Jorgensen, que se presentó en 1958 en el cabaret «Tropicana».

Pero sin la menor duda, Musmé era la mejor, Julio Chang-Musmé había comenzado en el «Panchín», un cabaret de poca monta en la Playa de Marianao, llegó a tomar clases de canto con la prestigiosa profesora rusa Marianna de Gonitch, célebre cantante afincada en La Habana, posteriormente, pasa por varios sitios y se dice que logra su consagración en el teatro «Campoamor», ese cuyas ruinas hoy acusan la desidia habanera, en las calles Industria y San José, pero que a su vez hablan del esplendor que un día tuvo “Madame Musmé». Como transformista es original y expresivo, tiene «caché’ y voz” reseñaba la revista Show en abril de 1957, al referirse a la exitosa temporada del transformista chino en el cabaret Pennsylvania. También en la Playa de Marianao, en El Vedado, el cabaret «Las Vegas» lo contrata por varios meses para presentarse en ese popular night-club, donde comparte escenario con la afamada cantante Olga Rivero y la vedette Natty Alfonso, entre otros, ya para diciembre de ese mismo año, Musmé se presenta en el refinado club Intermezzo y su éxito es tal que la revista Show le dedica un foto-reportaje a página completa donde se le menciona como “El Transformista-Suceso” y se elogia no sólo por su impecable transformación para encarnar la figura de una mujer, sino también por sus cualidades como cantante y bailarín. Durante 1958 Musmé es reclamada de nuevo por el club «Las Vegas», donde se le podía ver en un cartel compartiendo estrellato con Juana Bacallao, en noviembre pasa al «Autopista Club», muy de moda entonces, siendo reemplazado en Las Vegas por su colega Omar Ferrán.

Comienza 1959 con el estremecimiento nacional del triunfo de la Revolución Socialista, y a inicios de año, el cabaret «Rumba Palace», en la Playa de Marianao, presenta un espectáculo insólito que reúne a tres de los más renombrados transformistas del momento, René Romance, Rubén Duval y Musmé, el espectáculo permanece en cartelera casi todo el año hasta que la rivalidad hizo trizas el equilibrio y aquello se fue a piqué, Romance y Duval se aliaron para vencer la supremacía de Musmé y terminaron peleándose a muerte en una guerra atroz, entonces la gerencia cortó por lo sano y dejó al mejor, a Musmé. Lo que marcaba la gran diferencia en Musmé con respecto a los demás transformistas de la escena cubana de finales de los 50, era que cantaba con su propia voz.

En mayo de 1960 el chino transformista seguía conquistando excelentes críticas, había incorporado casi por completo el fabuloso repertorio de la inmensa Olga Guillot, algo que realizaba de maravilla, se presenta en «El Rumba Palace» y triunfa apoteósicamente, un periódico de la época expone: «Tiene una medida para cantar tan excelente, que ya quisieran poseer muchas mujeres de fama”.

Pero seria allí, precisamente en «El Rumba Palace», donde transcurrieron los últimos días de Musmé en CUBA, es la última referencia encontrada en la prensa cubana acerca de la gran Musmé. Pocos meses después el órgano asociativo de los artista ACAT, con sus nuevas medidas discriminatorias y el injusto maltrato, promulga una disposición en la que suspende a los transformistas de los shows de cabaret, tal y como quedó publicado en la revista Show en su número de septiembre del propio 1960. Según la nueva disposición, los transformistas eran peligrosos, decadentes, marginales y vulnerables, para no ajustarse y mucho menos adaptarse a la nueva sociedad que recién llegaba, y la Playa de Marianao con sus cabarets, cabaretuchos y tugurios, pasó también a ser parte de lo prohibido, condenándola a su progresiva desaparición hasta su total muerte.

Musmé se repliega, en táctica de resistencia, y cuando se calman un poco las aguas turbulentas, reaparece en la escena del Teatro Martí, como atracción de los espectáculos que encabezaban Carlos Pous y Candita Quintana, en enero de 1965, pero el teatro de variedades, como género escénico, también iba en picada y su esplendor era ya pasado perfecto en La Habana.

Muy pronto Musmé humillado y echado a un lado no tiene opciones, y como muchos de sus colegas, abandonaría Cuba rumbo a México, donde logra hacerse de un espacio notorio en su género y alcanzar muchos éxitos.En Veracruz alcanzó mucha fama con sus presentaciones en el cabaret «El Hipopótamo», donde volvió a enfrentar la rivalidad de sus congéneres, que se confabularon para hacerle imposible su vida y permanencia allí. En los años 70 Musmé aparece en Nueva York, donde comienza a presentarse en un sitio con características muy peculiares nombrado «Tijuana Cat», antes mencionado, obteniendo un notable éxito, allí grabaría esté único disco LP bajo el título de «Prúebame», lo hizo durante los años 80, casi veinte años después de haber dejado su patria para siempre, el país que lo vio nacer, que tanto amó y que al final por obligación tuvo que abandonar.

La última noticia que tengo sobre Musmé es, que hace unos años aún vivía en New York, solitario y alejado de todos, apartado ya de lentejuelas y candilejas, sin el brillo de lo que fue para él la vida misma, los escenarios, que el pasó del tiempo junto a la muerte de su hermana, quién fue madre y amiga, lo abatió muchísimo, más la tristeza de nunca poder regresar a CUBA…



Most Popular