«Tan repugnante es un pueblo esclavo de hombres de otro pueblo, como esclavo de hombres de sí mismo.» J.M.
He leído el artículo que La Tizza ha dedicado a nuestra marcha y confieso que creí estar leyendo un periódico autonomista del siglo XIX. Como decía Martí ante argumentos similares: cansa hablar inútilmente. Por lo tanto, no escribo estas líneas como respuesta, ni pretendo convencerlos de nada. Es imposible razonar con quien aspira a la silla y la guayabera del burócrata, con quien difama sin acompañar su mentira con una sola cita, con quien repite como autómata amaestrado el repertorio de adjetivos que aprendió de memoria en los viejos manuales del Kremlin.
Escribo para aquellos que, sin haber leído uno solo de nuestros comunicados, puedan caer en la trampa de los nuevos autonomistas. Los jóvenes de hoy, afortunadamente, son más inmunes al adoctrinamiento. Son capaces de mirar sin miopías ni estrabismos a su entorno y saber que este país está cada día peor. Saben que cuando se abran los aeropuertos habrá una ola migratoria, otra más, por desgracia, (ya nuestro equipo juvenil de pelota ha roto un récord y no precisamente en el deporte). Los jóvenes comprenden que llamarle «período especial» a la crisis de los años en que algunos nacieron, es un eufemismo tan triste como llamarle «coyuntural» a la profunda crisis que comenzó incluso antes de la pandemia y que se alarga de manera alarmante.
El poder nos ha llamado mercenarios, aunque sabe perfectamente que nadie en Archipiélago recibe un solo centavo de ningún gobierno extranjero. ¡Lo saben! Nos llama anexionistas, que aunque suena ridículo a estas alturas del campeonato, es una mentira deleznable. El poder dice que apoyamos una intervención militar extranjera, aun sabiendo que nos hemos opuesto a esa idea de forma abierta y transparente en decenas de publicaciones y entrevistas. ¿Pero qué van a decir contra nosotros? ¡Nada tienen! Andan a lo loco buscando en nuestra ropa interior algo de qué acusarnos. Por eso acuden al viejo cancionero de insultos.
Contra mí, llevan un año hablando de lo mismo, como papagayos, desde un perfil anónimo. El mismo perfil que ha dicho horrores, incluso, del enorme creador y ser humano que nos ha regalado obras como Clandestinos, Suite Habana o El ojo del canario.
¿En qué consiste mi pecado? ¡Algo terrible! No se asusten, no inventé la ducha. Parece que iré al infierno por un taller de tres días, hace tres años, en Madrid. Soy un hereje por haber ido, junto a un grupo diverso de cubanos a algo tan peligroso como una Universidad. Soy culpable de haber conversado una hora y media con el mismo expresidente español que pescaba con Fidel y terminaban juntos, ebrios de gozo, en la tarima de Tropicana con bailarinas preciosísimas. Confieso que yo no llegué a tanto.
El mismísimo oficial que atiende mi caso me ha dicho que la CIA no está interesada en mí porque «consideran que no soy tan importante» (de lo cual, me alegro). Pero claro, si no me relacionan con la CIA, los autonomistas no se ganan sus megas. Estos señores son tan dogmáticos que desconocen en qué consiste el pluralismo, y tratan de meternos a todos en la misma etiqueta ideológica. Ellos sufren del Síndrome del Krim 218: todo lo ven en blanco y negro. Fingen ser críticos y alternativos, pero se mueren por recibir del poder una palmadita en el hombro, se desvelan porque los jefes los sigan considerando «interlocutores válidos». ¿A quiénes me recuerdan? ¡Ah, claro: a los autonomistas! Lo tengo cada vez más nítido.
Esta «izquierda cool y sexy» hizo el silencio más cobarde cuando patearon y le rompieron una costilla al joven socialista Leonardo Romero Negrín. Estos señores con camisetas del Che llamaron delincuentes a los marginados que salieron el 11 de julio a denunciar su pobreza. Y les gritaron vándalos, sucios, vulgares… Ahora aplauden cuando Díaz-Canel visita esos barrios olvidados con su ejército de guardaespaldas, cuadros y periodistas. Habría que preguntarse si veríamos tan seguido esas imágenes, ese asfalto nuevo y esas latas de pintura fresca si no hubiese ocurrido un 11 de julio.
¿En serio son tan de izquierda estos señores? ¿En serio creen que Etecsa, Cupet y Acopio son «propiedad de todo el pueblo»? ¿De verdad ignoran el primitivo Capitalismo Monopolista de Estado que sufrimos? ¿En serio les complacen los salarios indignos que cobra un obrero cubano en medio de la peor inflación de los últimos 25 años? ¿De verdad niegan que la tarea ordenamiento deja en pañales a muchísimas terapias de choque en América Latina?
Superen ya, por favor, esa mirada bipolar. Si quieren hablar de imperialismo, de acuerdo, critiquen a los yanquis, pero no se olviden que en el 68 aprobamos los tanques soviéticos en Praga. Si están sinceramente preocupados por el cambio climático, no olviden mencionar que la China comunista es hoy quien más contamina en el mundo. Recuérdenle al nuevo presidente de Perú que el derecho al aborto y el matrimonio igualitario son causas progresistas.
Si quieren posar como expertos conocedores de la historia, no olviden que los mártires de la Sierra Maestra no tenían ni idea de que estaban muriendo por implantar en Cuba el pensamiento único. Respeten aquella diversidad revolucionaria, aquel pluralismo democrático que aborrecía a las dictaduras. No borren de sus libros que el mismísimo líder negó hasta el cansancio cualquier sospecha de comunismo. Al final, puede que el corrimiento hacia el rojo de la Revolución, fuese causada por la afición desmedida de Eisenhower por el golf y la falta de visión política de Nixon. ¿Quién sabe?
Está bien que sean polillas de Marx, pero lean un poco más a Martí, antes de querer golpear y encerrar a todos los liberales. No se queden solo en Los zapaticos de rosa, profundicen en sus agudas y casi proféticas reflexiones sobre las ideas socialistas. No omitan que el apóstol fue un republicano liberal. Y, por favor, si quieren hablar de los pobres, no olviden echar su suerte con ellos, no con los Stalin-boys con declaradas ambiciones empresariales.
La izquierda internacional más joven cada vez se desmarca más de los autoritarios, los camisas negras y de aquellos que andan por la vida como si llevaran todo el tiempo en sus manos el Libro Rojo de Mao. El totalitarismo que defienden… se está quedando solo.
Un 20 de noviembre ocurrieron muchas cosas, pero era de esperarse que, de forma manipuladora, pretendieran relacionar la marcha con la Revolución de Terciopelo, el nacimiento de Robert Kennedy o el cumpleaños de Biden. De puro milagro no han hablado del Papa Pío VIII. Lo cierto es que se escogió esa fecha simple y llanamente por la pandemia y por ser el sábado siguiente a la apertura del turismo internacional. Aunque… revisen bien sus calendarios, ese día nació también el patriota que nos enseñó a pensar, Félix Varela y Morales. No los culpo por esta omisión. Sabemos que suelen mirar primero hacia Europa y hacia Estados Unidos.
La marcha cívica del 20 de noviembre está siendo impulsada en total soberanía por ciudadanos libres y diversos. No pierdan su tiempo etiquetándolos. En mi caso, si tanto les preocupa mi ideología, les ayudo un poco. Después de la Revolución Francesa los bandos ideológicos rasgaron aquella hermosa consigna: liberté, égalité, fraternité. La derecha se apropió de la libertad, la izquierda monopolizó la igualdad, y nadie le hizo swing a la fraternidad. Pues esa es mi lucha: la fraternidad ignorada por ambos extremos.
Si no van a unirse a la marcha, al menos compórtense con un mínimo de decencia. Mentir no se ve bien en quienes se dicen «revolucionarios», aunque, por todos lados, se sienta el tufillo del conservadurismo. No aspiren todo el polvo de esa tiza, agárrenla con algo de maestría y escriban, aunque sea una sola verdad, en su vieja pizarra.
Un abrazo.
Publicación de Yunior Garcia Aguilera