Teatro Shanghai
En la calle Zanja, entre Campanario y Manrique, en el barrio chino, yace tan inadvertido para el visitante como para la mayoría de los vecinos de esa zona, el antiguo enclave del teatro Shanghai. Sin embargo, en otros tiempos vibró allí (quizá como en ningún otro sitio de Cuba) el glamour, la euforia y la alegría, condimentados con el atractivo extra que siempre se desprende de lo prohibido, de lo no apto para según qué gente, lo no aconsejable por los patrones del buen gusto. Al Shanghai vinieron a fusionarse los efluvios del célebre Moulin Rouge de París con las perlas del teatro vernáculo cubano, mediante sketches sabrosos y picantes, con desnudos tan ruidosos para aquellos días como inocentones para los actuales, y con personajes de nuestro real maravilloso, como el llamado Supermán, que inspiró a Coppola, y aún más a Ava Gardner, mediante la potencia de sus treinta centímetros de miembro viril.