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Un enorme «Rey de Mármol» es el signo indiscutible que guía hasta la tumba del más genial de los ajedrecistas cubanos, aunque el nombre al pie del panteón está algo borrado por el paso del tiempo.
Sencilla, sin detalles recargados, sólo con el más indicado con que se le podía rendirle homenaje… «Un Rey» resume lo que Capablanca fue en vida.
Así se encuentra el sitio en que descansan desde 1942, en la Necrópolis de Colón, los restos del más universal de los ajedrecistas cubanos: José Raúl Capablanca.
Una obra salida de las manos y el talento del artista Florencio Gelabert, quien fuera su amigo personal, con más de un metro de alto y hecho con mármol de Carrara. Se trata, sin dudas, de lo que uno puede imaginarse encontrar allí para recordar al único cubano campeón mundial de ajedrez.
Pero la escultura no estuvo ahí desde el mismo momento de su muerte. Tuvieron que pasar muchos años para que se llamara la atención acerca de la “desolación” en que se encontraba el panteón que guardaba los restos del más genial de los ajedrecistas cubanos.
En 1988 por el centenario de su nacimiento se realizó una convocatoria para los interesados en crear una obra con que homenajear al insigne jugador y la respuesta llegó apenas unas horas después. «No escuchen a más nadie, ese proyecto es mío», dijo Gelabert.
La obra salida de las manos y el talento del artista Florencio Gelabert, quien fuera su amigo personal fue la escultura «El Rey de Mármol»y como estuvo muy ligado al campeón cubano fue también el autor de la mascarilla que se exhibió durante muchos años en el Club de Ajedrez de La Habana y que fue hecha antes del sepelio organizado en el Salón de los Pasos Perdidos del Capitolio Nacional.