«Un sonido de una armónica que se pierde en la distancia…..»
Los amoladores ambulantes que transitaban por las calles de La Habana empujando carretillas especiales de una sola rueda que al voltearse quedaban convertidas en máquinas de afilar movidas por un pedal.
Eran personajes singulares hasta por su tradición de anunciarse con música arrancada a una pequeña armónica, por lo que, aún estando lejos los vecinos se asomaban a la ventana para ver como arrancaban chispas doradas del duro acero al frotarlo contra la rueda de áspera piedra.
Cual un ceremonia, invertía su carretilla, pasaba la correa por las ruedas motrices y comenzaba a pedalear lentamente, mientras movía con cuidado, sobre la piedra giratoria, la tijera con que se ¹confeccionaba o arreglaba la ropa y también por ejemplo, el viejo cuchillo con el que se pelaban las viandas para un ajiaco 😀😀😀. Después, el afilador probaba el filo en unos pedazos de tela que colgaban de su máquina.
Todo un personaje !!!!