<< Una anécdota del Generalísimo Máximo Gómez >>
La Guerra del 68 se encontraba en un momento muy difícil y un grupo de insurgentes que no estaban acostumbrados a los rigores de la vida en la manigua, por proceder de familias acomodadas, se acercaron a Máximo Gómez para pedirles permiso a él y también a Céspedes para salir del país.
Su propósito era convencerlos de que serían mucho más útiles en el exterior ya que contaban con contactos y dinero para hacer llegar barcos con pertrechos para la guerra.
Céspedes, ante la presión ejercida, dió el visto bueno a la petición aún a sabiendas de que sería un mal ejemplo para las tropas.
Esta noticia comenzó a extenderse y entonces, para calmar los ánimos, el Consejo de Gobierno envió a Ignacio Mora, Secretario de Exteriores a pronunciar un discurso ante las tropas.
Mora trataría de convencer sobre la necesidad de que aquellos cubanos (entre los que se encontraba el propio Mora) debían salir del país.
El General Gómez se encontraba en el auditorio y era bien conocido por no tolerar indisciplinas ni tampoco ninguna forma de manifestación de cobardía.
Como él tampoco se caracterizaba por tener "buen caracter", durante el discurso comenzó a enrojecer por la indignación y parándose
en medio de las tropas gritó a voz en cuello:
“¡De aquí no se mueve nadie, capitanes araña! ¡Aquí se muere Sansón con todos los filisteos!"
Ignacio Mora se quedó lívido ante el exabrupto del General Gómez y no pudo seguir con el discurso, pues los allí reunidos comenzaron a apoyar con gritos de entusiasmo la posición del General dominicano y por supuesto después la petición no fructificó.