VAMONOS A MERENDAR A LAS CAFETERÍAS DE LAS GRANDES TIENDAS DE LA HABANA.
La memoria es algo maravilloso, es nuestro archivo personal que tiene como soporte únicamente al cerebro, y es tremenda e increíble, puede tener «archivos» bien antiguos, que casi olvidamos, pero tiene como ventaja que, un olor, un sonido, un color y muchas cosas más la pueden estimular y esa información que ni soñábamos existía ya, sale a la luz.
En mi caso particular, hay un olor que cada vez que paso por la calle Galiano y veo aquellos, en una época rutilantes almacenes viene a mi mente, la sabrosa fragancia de sus cafeterías o canchas.
Es un flash relampagueante y lúcido, veo hasta las personas sentadas en las sillas giratorias y por supuesto a sus pulcras, educadas y hasta finas empleadas, todas peinadas maravillosamente, algunas con redecillas, perfectamente maquilladas y con algo que no podía faltar, el pañuelo colorido, abierto hermosamente en el bolsillo superior.
Pero el olor que me estimula a recordar viene de sus comidas rápidas, sus famosos platos fríos, consistentes en cinco bolas de diferentes tipos de ensaladas, destacando la de pollo, con sus hilachas de pechuga, los perros calientes, los sándwich con su hoja de lechuga y el inigualable pay de limón y por supuesto no podían faltar sus refrescos con hielo frappe de limón o cola.
Nada… lo dicho por muchos y repetido por mi:
» Recordar, es volver a vivir».