y su encuentro con
Ambas Divas convertidas en grandiosas leyendas cubanas…
Por. Henry Puente.
El mundo del arte lírico en Cuba recuerda en estos últimos días de julio a la cantante y actriz cubana Blanca Rosa Anastasia Becerra Grela (San Antonio de Vueltas, Las Villas, 27 abril, 1887-La Habana, 30 octubre de 1985), quién hubiese cumplido en esté 2021, época tan diferente a lo que ella conoció, 134 años.
Blanca Becerra, reconocida actriz del teatro musical cubano, realizó a principios del decenio de los años cuarenta una memorable creación de la “Dolores Santa Cruz”, en la zarzuela Cecilia Valdés, de Gonzalo Roig. Ella tuvo en Dolores, el personaje más querido y por el cual muchos la recuerdan con cariño porque hizo una verdadera creación de la pieza por el dominio excepcional de voz. Cuando la interpretó por primera vez contaba con más de medio siglo de vida, y una trayectoria artística digna de encomio.
Brilló, de igual modo, al interpretar el tango-congo “Po, po, po” una de las obras líricas más célebres e importantes de Cuba, que siguió representando toda la vida, y por el cual sería ovacionada aún octogenaria.
La consagrada artista inició su carrera muy joven. Tenía solo cinco años de edad cuando debutó en Pinar del Río, con el circo La Estrella, del cual era propietario su padre, Antonio Becerra, quien fue, además, su primer maestro de actuación.
Su talento le propició un puesto en la compañía Arte Lírico de Oriente; y allí se distinguió básicamente interpretando parodias y zarzuelas, que luego asumió también en La Habana cuando se trasladó a la capital con la compañía de su padre.
Blanca Becerra se presentó en el Alhambra durante dos décadas y participó en gran parte de las más notorias producciones llevadas a ese escenario, asumiendo diferentes papeles, como la damita ingenua, la borracha, la gallega socarrona, la mulata soez, la vedette de las revistas fastuosas y los distintos matices del personaje de la negrita.
Con el colectivo del Alhambra actuó, además, en el Payret y el Nacional, entre otros coliseos de primera categoría. Tuvo una intensa participación en programas radiales, desde 1922, en la PWX y luego en Radio Lavin, RHC-Cadena Azul, y CMQ.
El compositor cubano, Jorge Anckermann, la tuvo entre sus principales intérpretes, y sus composiciones, en voz de Blanquita, conformaron algunos discos editados por los consorcios Columbia y RCA Víctor, convertidos en los más relevantes de la época.
Aparte de su labor en la Isla, se presentó también en Estados Unidos, México y España. En la cinematografía nacional su nombre quedó registrado en los créditos de las películas Manuel García, rey de los campos de Cuba (1940, dirigida por Jean Angelo), y Sed de amor (1945, dirigida por Francois Betancourt).
Días atrás, mientras leía, con mucha nostalgia, un libro que describía la verdadera historia de la televisión cubana,me llegaron recuerdos de mi infancia, entre ellos estuvo el nombre de Blanquita Becerra y su encuentro con Rosita Fornés, así que, aprovechando las ventajas que brinda internet, busqué datos sobre su historia y encontré la posibilidad para escribir sobre ella, muchos saben de su excelencia artística, también yo, sin embargo, mis recuerdos vienen unidos a una mujer que conocí, gracias a mí padre, dentro de un antiguo estudio de CMQ, al presentarmela, fue muy tierna y amable, de la que, por mi corta edad, desconocía su leyenda y toda su importancia, y cuya existencia la asocio a las visitas diarias a ese desaparecido estudio, en ese caso, iba con la principal intención de ver cantar a mí gran preferida, Luisa María Güell, a quién perseguía dónde quiera que se presentaba, esa noche actuaba allí, en un famoso programa musical, el más codiciado de aquel momento, se unía a esto, como algo casual, mi voluntad por apoyar a mi progenitor con el cuidado de toda la familia, porque debido a su enfermedad apenas podía caminar.
Ese día Blanca Becerra llegó muy temprano, antes que nadie, de la mejor manera que podía con su avanzada edad, mi hermana estaba conmigo, nos miró, sonrió e inmediatamente se sentó en el piano y comenzó a cantar en aquel lugar que estaba casi vacío, supongo que apreció mucho nuestra presencia allí, entonces sentí su afán por apoyar los nuevos proyectos musicales, para nuestro asombro, comenzó interpretando temas actuales de moda, «Venecia sin ti» de la autoría de Charles Aznavour, lo hizo con una gracia sin igual y nosotros quedamos muy impresionados.
Al cabo de 30 minutos de estar a su lado, ocurrió lo más deslumbrante, apareció la gran diva, doña Rosa Fornés, quien también trabajaría esa noche en «Música y Estrellas», se abrazaron, besaron en la mejilla en el más puro acto de amor y respeto, jugaron, se dijeron varios dicharachos y comenzaron a cantar juntas a dúo en forma maravillosa, genial, fue algo totalmente improvisado, interpretaron muertas de risa, un pedazo de la partitura de las zarzuelas españolas «La Gran Vía» y «La verbena de la paloma». No sé por cuánto tiempo duró aquel encuentro antes de que llegaran los técnicos televisivos y los demás artistas, no obstante, allí estaba reunida la magia única que posee la majestuosidad, la inimitable grandeza.
No tengo mucho más que decir sobre Blanca Becerra, aunque creo que no es poco, porque a las grandes personas se les suele recordar por las cosas que parecen mayúsculas, pero, cosas como estas, también lo son, y , aunque son recuerdos que traigo de mi más temprana edad, 15 o 16 años, nunca se irán al olvidó, ya que resulta fácil poder recordar, cuando se ha tenido la oportunidad, para estar frente al verdadero corazón del arte..