Los muñecos que cantaban y actuaban, un crimen al arte
*Como no pudieron quemar a los Camejos quemaron los muñecos*
Por. Henry Puente.
Un crimen atroz, mito, verdad e injusticia, la destrucción espantosa efectuada al fabuloso universo del guiñol de los hermanos Camejo y Pepe Carril, una verdad nunca contada, por increíble que parezca, hechos históricos de injusticia imperdonable.
Rescatar la historia del teatro de títeres cubano desde el descubrimiento de América por los europeos, que traían sus titiriteros a bordo con el objetivo de animar a la tripulación, hasta una historia más reciente y autóctona, con la creación del Guiñol por los hermanos Camejo junto a Pepe Carril, resulta terrible e inhumano abordar en detalle el surgimiento y desarrollo del Teatro Nacional de Guiñol, junto a esto contar con veracidad lo que ocurrió o hizo aquella inefable administración, un auténtico asesinato, como no pudieron quemar a los Camejos, quemaron a los muñecos, o si no los repartían sin asomo de conservación, sin conciencia de su valor patrimonial, existieron personas contra los muñecos y contra los Camejo, por sus ideas políticas y vida personal, en un momento, como eran excelentes personas y grandes artistas del guiñol, los arrinconaron para quemarlos o que se pudrieran, ¿dónde estaban los muñecos? Resultó más fácil quemarlos, con el propósito de librarse de ellos, y un teatro considerado burgués, patrocinando la total destrucción de la dinastía del títere cubano que cantaba, bailaba y actuaba para los niños y mayores de la isla, algo que fue y continúa siendo imperdonable e irrecuperable.
Carucha Camejo, una de las fundadoras del Guiñol Nacional de Cuba, quién falleció en el exilio, el 10 de noviembre del 2011 en Nueva York, fue una Actriz, animadora televisiva, modelo, prefirió consagrarse al arte de las marionetas y logró algunas de las puestas más notables de este género en la otrora Cuba de la grandes artes, su carrera fue avasalla y aniquilada, cuándo a mediados de 1971, el Consejo Nacional de Cultura decidió, como parte del incalificable proceso llamado “parametración”, realizar un operativo de limpieza cultural, para tomar la sede del Guiñol en el edificio Focsa, desaparecer sus libros y muñecos y poner en la calle a sus fundadores. La artista, nacida en La Habana en 1927, vio clausurada así una trayectoria de apenas un par de décadas, pero avalada por importantísimos reconocimientos internacionales, entonces, se refugió en su casa, padeciendo serios trastornos nerviosos y a inicios de los años 1980 se estableció, primero en Venezuela, luego en Nueva York, donde residió hasta su fallecimiento, aunque regresó varias veces a Cuba, en visitas de carácter familiar y durante una de ellas, en 2001, recibió en Matanzas el homenaje del Teatro de las Estaciones, su relación con la escena nacional había quedado definitivamente destrozada.
La noticia de su deceso me llevó de vuelta a varios recuerdos que creía definitivamente perdidos, fui otra vez aquel joven, que contemplaba en un pequeño televisor en blanco y negro, las silvestres aventuras de Pelusín del Monte, o un poco más tarde, el adolescente que entró fascinado en la salita tapizada de rojo del Focsa para asistir a otra función de Pelusín, también en el Guiñol, por aquellos días, se exhibía una obra nombrada » La asamblea de mujeres» una adaptación de la Lisístrata de Aristófanes, que se había convertido en uno de los espectáculos más atractivos de la noche habanera de los sesenta y tantos, para adultos, tal cosa me resultó extraordinariamente atractiva, asimismo, recuerdo por esa época, un número de la revista Cuba internacional que contenía un larguísimo reportaje y muchísimas fotos, a color y en blanco y negro, sobre los espectáculos del Guiñol, así supe de las puestas de El cartero de Tagore, La loca de Chaillot de Giraudoux, La Celestina de Rojas y hasta de La loma de Mambiala sobre cuentos afrocubanos recogidos por Lydia Cabrera.
Por aquellos días, Carucha junto a su hermano Pepe Camejo y el otro Pepe, Carril y un grupo pequeñísimo de actores que eran también discípulos, habían logrado que el arte de los títeres desarrollado por ellos rebasara las fronteras nacionales y encontrara reconocimiento en varias naciones europeas, como ocurrió con el montaje del Don Juan de Zorrilla. Cuando la UNESCO publicó, en francés, un gran volumen fotográfico, titulado Marionettes du monde, junto a los antiquísimos muñecos del teatro balinés, a las marionetas sicilianas y a los títeres del Guignol parisino, estaban varias imágenes de las puestas concebidas por los Camejo.
Carucha había comenzado su carrera como actriz en el Teatro Universitario y la crítica le vaticinó una atractiva y muy capaz actriz, todavía algunos la recuerdan en el montaje de El vergonzoso en palacio de Tirso de Molina y en títulos de Federico García Lorca, Jacinto Benavente, Thornton Wilder y otros autores. También la naciente televisión centró sus esperanzas en ella, tenía la belleza y la gracia necesarias para ser una atractiva animadora.
Sin embargo, la pasión por los muñecos se le había comunicado desde muy temprano y comenzó la experiencia trashumante de los Camejo, con el retablillo que llevaban a parques, escuelas y fiestas de cumpleaños, así peregrinos sin sede fija, pudieron atreverse a fundar, junto a Pepe Carril, el Teatro Nacional de Guiñol en 1956.
Al triunfo de la Revolución, pareció que su labor se estabilizaría, aunque comenzaron por actuar en un teatrito al aire libre en el Jardín Botánico o en la sala Ciro Redondo, en 1963 se les entregó el local del cine Focsa como sede estable, por fin tenían espacio y presupuesto para su labor formadora y sus ambiciosos montajes. Allí incorporaron otros audaces componentes transgresores, que en su momento, asombrarían a especialistas y deslumbrarían al espectador común, hechizado ante la magia titiritesca, con los Camejo, la fe y sentido de la verdad titiritera irradiaba esa zona, un tanto marginizada por la cultura teatral nacional.
Entonces para el estupor y horror de todos los artistas del país, irrumpió lo que se llamó a voz popular “EL QUINQUENIO GRIS ”, comenzó la debacle y destrucción, poniendo fin a uno de los proyectos más interesantes del teatro cubano. Carucha Camejo dirigió su último montaje en el verano de 1971.
Aquel crimen operativo significó, la casi desaparición del género en Cuba, los fundadores fueron expulsados de la sede, todo el trabajo de una vida junto a los títeres fueron quemados, de manera cruel e inhumana fueron asesinados artísticamente sus creadores, quedando por mucho tiempo al margen del movimiento internacional de títeres y en el plano nacional, una vez más, pareció instaurarse el conformismo y la rutina, como también sucedió con otras manifestaciones.
Después de todo esté inmenso atropelló, alguna que otra vez, vi transitar por la calle la imponente figura de Carucha Camejo, alguien que siempre tanto admiré y aún admiró, unas veces la vi sentarse en silencio en un parque, para escuchar el sonido de los pájaros, con un aire más bien ausente y melancólico, otras, irrumpía con un quejoso monólogo frente a un viejo amigo que por casualidad se topaba, después de un momento partía, nadie la defendió, nadie la invitaba, primo la clásica cobardía, hermana gemela de la resignación, ahora bien, algo sí resulta una verdad irrefutable.
La mujer que falleció en un hospicio de Riverdale, New York, sola y completamente olvidada, fue una figura inmensa, clave en la escena cubana del siglo XX, imposible de no tener en cuenta ¡ Aunque muchos quieran ocultarlo !…..