*Un primerísimo actor y el director más famoso de la televisión cubana, ambos asesinados. Aún así, nunca la verdad ha sido publicada*
Por. Henry Puente
La muerte del primer actor cubano Miguel Navarro, ocurrida el 11 de enero, 2002, quién tiene a su haber entre muchos otros trabajos, «El naranjo del patio», «Cecilia Valdés», «Algo más que soñar», «El conde de Montecristo», «Un hombre de éxito» » La vida de «Carlos J. Finlay» etc. Cometida por unos despreciables delincuentes con un acto de alevosía y ensañamiento, en circunstancias aún no publicadas, siempre permaneció como el cuerpo de la sospecha ¡ Y nada más !
El cadáver de este colosal artista fue descubierto, ahorcado y con un navajazo en el rostro en la bañera de su domicilio, esto puso, una vez más, en terreno difícil el asunto de la visibilidad homosexual de determinadas figuras públicas en la Isla. Intérprete multipremiado y muy reconocido por sus apariciones televisivas y cinematográficas, resultaba arduo ocultar su presunto asesinato a los espectadores, debido a su fama y habitual rostro en las pantallas domésticas. Sin embargo, de manera increíble en otros lugares del Mundo se publicaba la nota dando fe del espantoso acontecimiento, la cuál aportaba esos detalles aún poco rigurosos narrada bajo distintas versiones. La prensa oficial cubana, sin embargo, guardó silencio, más tarde, salió a la luz un obituario nebuloso, en el cuál, según se decía, que el actor había muerto de causas vagas, inmencionables, como si la verdad no se atreviera a decir su nombre, de la cuál Miguel Navarro fue parte reconocida, al punto de que su homosexualidad le costara el ser apartado, en los sombríos 70, de su carrera en forma temporal, etapa bastante duradera.
Su cruel deceso sería controlado por uno de los más homofóbicos personajes de la redacción periodística cubana, en su momento, sería un claro ejemplo de informar lo no informando, del obvio cantinflismo, el cual no pocas veces se ve reflejado en muchos ineficaces periodistas, cuando la materia que tiene entre las manos, política, sexual, moral, etc. Se sale del límite riguroso de aquello que el pueblo debe o no debe saber, omitiendo por completo las causas y circunstancias reales de la muerte, dejando un agujero negro en la información.
Qué recuerda cómo, al también ser hallado, ya varios años atrás, el cadáver del director televisivo más famoso de la televisión cubana, Roberto Garriga, acontecida el 22 de Septiembre, 1988, eminente profesional de la pequeña pantalla, que cuenta a su haber con clásicos como «Doña Bárbara», «Sol de Batey», «Las impuras», «El alma encantada», «Médico de Guardia» etc. También asesinado en su domicilio de la calle Paseo entre 23 y 25 en el Barrio del Vedado, por el hijo de su amante de toda la vida, en un estado no menos escabroso, no obstante, reinando el absurdo prejuicio, se puso en marcha el mismo juego desinformativo.
Si hasta ahora, en ambos casos, se manejan la versiónes de que se trata de un asesinato por causas pasionales, puede imaginarse que, al descubrirse la verdad, ésta tampoco nunca llegó a los titulares, en los cuáles, de ocurrir lo contrario, tendría no sólo que notificarse el motivo del hecho, sino, además, reconocerse que Miguel, un actor de prestigio, al igual que Garriga, probablemente el director televisivo más mediático de Cuba, cuya pérdida en su momento también se sintió muchísimo, resultando cierto que en ambos casos, no murieron por obra y gracia del Espíritu Santo, ni en blancas sábanas, ni oyendo trompetas de gloria.
Los asesinatos de está índole dónde se encuentra entre mezclada la homosexualidad, continúa siendo un problema andante en Cuba, aún muriendo en circunstancias sospechosas, sobre lo cual la costumbre es brindar una tibia o ninguna información, por tanto, conlleva ser un doble problema resuelto con esos escamoteos de estilo a los que Virgilio Piñera, décadas atrás, se enfrentaba con su ejemplar Ballagas en persona.
El lector cubano de hoy desconoce, al menos en versión íntegra, una reedición de aquel ensayo, al desconocimiento vergonzoso de ambos asesinatos, sumándole el de otros artistas más con las mismas características, se le puede añadír las causas, blanqueadas con la cal de la impoluta memoria que toda figura pública de la Isla padecerá en aras de la moral, caen en el mismo pozo de silencio. No nos queda sino desear que un día la verdad prevalezca y se esclarezcan los lamentables detalles de estos suceso haciéndose públicos, no por morbosidad, si no porque como toda sociedad civilizada también forman una parte decadente e importante de nuestra historia, restaurando la dignidad con la cual Miguel Navarro y Roberto Garriga vivieron su sexualidad, pese a tantos atropellos, crueldades y prejuicios de la sociedad cubana…